MIÉRCOLES SANTO

MIÉRCOLES SANTO



LA ÚLTIMA REUNIÓN DEL SANEDRÍN. — Hoy Se reúnen los príncipes de los sacerdotes y los ancianos en una sala del templo para deliberar por última vez sobre los medios para prender a Jesús. Se han discutido diversos planes. ¿Será prudente prenderle en estos días de Pascua, en los cuales toda la ciudad está llena de extranjeros que sólo conocen a Jesús por la ovación de que fué objeto tres días antes? ¿No hay incluso entre los habitantes de Jerusalén muchos que han aplaudido este triunfo? ¿No sería de temer su ciego entusiasmo por Jesús? No, no se puede pensar, por el momento, en esas medidas violentas; podría levantarse una sedición durante la celebración de la Pascua. Sus promotores fácilmente se habrían comprometido ante Poncio Pilato y habrían tenido que temer la furia del pueblo. Es preferible dejar pasar la fiesta y buscar otro medio de apoderarse sin ruido de la persona de Jesús.

Pero estos criminales se hacían ilusión al querer retardar por su propia voluntad la muerte del justo. Ellos aplazaban el asesinato; pero los planes divinos, que desde la eternidad prepararon un sacrificio para la salvación del género humano, fijaron este sacrificio precisamente para esta fiesta de Pascua, que anunciará mañana la trompeta a toda la ciudad. Durante mucho tiempo se ha ofrecido el cordero misterioso en figura del verdadero: va a comenzar ya la Pascua que verá desaparecer las sombras ante la realidad. La sangre del Redentor, derramada por la mano de los ciegos pontífices se va a mezclar con la de las víctimas, que ya no se digna aceptar el Señor. El sacerdocio judaico no tardará en darse a sí mismo el golpe de gracia, inmolando al que ha de abrogar con su sangre la antigua alianza y sellar para siempre otra nueva.

LA TRAICIÓN. — Pero ¿cómo tomarán posesión los enemigos del Salvador de la víctima que tanto anhelan con deseos sanguinarios, sin alboroto y sin ruido? No han tenido en cuenta la traición. Uno de los discípulos de Jesús pide ser conducido a su presencia; tiene algo que proponerles; "¿Qué me dais, les dice, y yo os lo entregaré?" ¡Qué alegría para aquellos desdichados! Son doctores de la ley, y no se acuerdan del salmo CVIII, en el cual David había predicho con todo detalle esta venta abominable; ni tampoco del oráculo de Jeremías, que llega incluso a valorar el precio del rescate del Justo en treinta dineros de plata. Esta misma suma pide Judas a los enemigos de Jesús; éstos se la conceden al momento. Todo está concertado. Mañana irá Jesús a Jerusalén para celebrar la Pascua. Al caer del sol se retirará, como de costumbre a un huerto que se halla en la ladera del monte del Olivar. Pero, en la oscuridad de la noche, ¿cómo lo van a conocer los encargados de prenderle? Judas lo ha previsto todo. Los soldados podrán detener con toda confianza a quien él diere un beso.

Tal es la horrible iniquidad, que se lleva a cabo entre los muros del templo de Jerusalén. Para manifestar su execración y para dar una satisfacción al Hijo de Dios, tan indignamente ultrajado por este pacto monstruoso, ya desde los primeros siglos la Iglesia ha consagrado el miércoles a la penitencia. Aun hoy día comienza la Cuaresma por miércoles, y cuando la Iglesia, en cada una de las estaciones, quiere que dediquemos cuatro días al ayuno y a la mortificación de nuestro cuerpo, uno de esos días es el miércoles.

EL SEXTO ESCRUTINIO. — Antiguamente, tenía lugar en este día el sexto escrutinio para la admisión de los catecúmenos al bautismo. A este escrutinio asistían aquellos que, siendo dignos del bautismo, aún no habían sido señalados definitivamente para recibirle. En la misa había dos lecturas, sacadas de los profetas, como en el día del gran Escrutinio, el miércoles de la cuarta semana de Cuaresma. Los catecúmenos sallan de la Iglesia como de costumbre, después del Evangelio. Pero una vez que se había acabado el santo Sacrificio volvían a entrar; entonces uno de los sacerdotes les decía: "El sábado próximo, vigilia de Pascua, a tal hora, os reuniréis en la Basílica de Letrán, para el séptimo Escrutinio; después diréis de memoria el Símbolo que debéis haber aprendido de antemano; por fin, con el auxilio de la divina gracia, recibiréis el baño sagrado de vuestra regeneración. Preparaos a él con oraciones y ayunos continuos, con celo. y humildad, para que, sepultado con Cristo en el bautismo, merezcáis resucitar con El a la vida eterna." Así sea.

En Roma se celebra la Estación, en Santa María la Mayor. Compartamos los dolores de nuestra Madre, cuyo corazón experimenta las más crueles angustias en espera del sacrificio, que no tardará en realizarse.

MISA

QUE SOLO PUEDE SER OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN EL ACCIONAR IRREGULAR Y ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y LEFEBVRISTAS

La Iglesia comienza en el Introito por la glorificación del santo Nombre de Jesús, ultrajado hoy por los hombres, que lo pronuncian con tanto odio en la trama que preparan contra aquel a quien le fue impuesto para nuestra salvación. Este Nombre bendito significa Salvador: Estos son los días en los que este nombre sagrado recibe su pleno significado.

INTROITO

En el nombre de Jesús dóblese toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos: porque el Señor se hizo obediente hasta la muerte, hasta la muerte de cruz: por eso el Señor, Jesucristo, está en la gloria de Dios Padre. — Salmo: Señor, escucha mi oración: y llegue a ti mi clamor. — En el nombre...

En la primera Colecta, la Iglesia confiesa que sus hijos han pecado; pero presenta a Dios la Pasión, que ha sufrido su Hijo único por ellos, y confía en El.

ORACIÓN

Doblemos las rodillas. R/. Levantaos. — Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que somos afligidos sin cesar por nuestros excesos, seamos libertados por la Pasión de tu unigénito Hijo. El cual vive y reina contigo...

LECTURA

Lección del Profeta Isaías (LXII, 11; LXIII, 1-7). Esto dice el Señor Dios: Decid a la hija de Sión: He aquí que viene tu Salvador, y trae consigo su galardón. ¿Quién es ese que viene de Edón y Bosra, con los vestidos teñidos? ¿Ese hermoso en su vestido, que marcha con gran fortaleza? Soy yo, el que hablo justicia, y lucho para salvaros. ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como las de los que pisan el lagar? Yo solo he pisado el lagar, y de los pueblos no hubo nadie conmigo: pisélos con mi furor, y los hollé con mi ira: y su sangre salpicó mis vestiduras, y manché todas mis ropas. Porque el día de la venganza está en mi corazón, y ha llegado el año de mi redención. Miré en torno, y no hubo un auxiliador: busqué, y no encontré quien me ayudara; y mi brazo me salvó, y me auxilió mi indignación. Y hollé a los pueblos con mi furor, y los embriagué de mi ira, y eché por tierra su fortaleza. Me acordaré de las misericordias del Señor, y le tributaré alabanza por todo lo que nos ha dado el Señor, nuestro Dios.

LA VICTORIA DEL MESÍAS. — "¡Qué terrible es este libertador, que aplasta a sus enemigos bajo la planta de sus pies, como los racimos en el lagar, hasta el punto de teñirse los vestidos con su sangre! ¿Pero no es hoy el día de exaltar la fuerza de su brazo, hoy que ha sido colmado de humillaciones, que sus enemigos, le han comprado a uno de sus discípulos por el más ignominioso de los tratos? No permanecerá siempre humillado; pronto se levantará, y la tierra conocerá cuál es su poder, ante los castigos de que colmará a los que se atrevieren a pisotearle. Jerusalén se dispone a lapidar a los que van a predicar su nombre; ella sería la más cruel de las madrastras para estos verdaderos israelitas, que, dóciles a las enseñanzas de los Profetas, han reconocido en Jesús todos los signos manifestativos del Mesías. La Sinagoga intentará ahogar a la Iglesia naciente; pero apenas la Iglesia se haya vuelto hacia los gentiles, después de haber sacudido el polvo de sus pies contra Jerusalén, que le ha traicionado y crucificado, la venganza de Cristo caerá sobre esta ciudad. Con todo eso la ruina de Jerusalén no es más que la figura de la otra ruina a la que está destinado el mundo culpable, cuando el divino vengador, al cual vemos contradecir y despreciar todos los días, aparezca sobre las nubes para restablecer su honor ultrajado. Por ahora permite que le entreguen, le escupan y le maltraten; pero cuando haya llegado el tiempo de rescatar a los suyos, el día de la venganza reclamado por los deseos del justo", bienaventurados los que le hayan conocido, los que hayan compartido con El sus humillaciones y dolores. ¡Desdichados los que no hayan visto en El más que un simple mortal! ¡Desgraciados aquellos que no contentos con sacudir de sus propios hombros el suave yugo de Cristo, han impedido que se extendiese su reino entre los demás! Porque Cristo es Rey; ha venido a este mundo para reinar y los que no hayan querido soportar su clemencia no podrán huir de su justicia.

El Gradual que sigue a esta lectura de Isaías es un grito de angustia que lanza el Mesías por boca de David.

GRADUAL

No apartes tu cara de tu siervo, porque estoy atribulado: óyeme velozmente, J. Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta mi alma: estoy hundido en profundo cieno, y no tengo donde asentar el pie.

En la segunda Colecta la Iglesia recuerda una vez más a Dios Padre el suplicio que su Hijo único quiso soportar para librarnos de la cautividad del enemigo y pide también que nosotros tengamos parte en su gloriosa resurrección.

COLECTA

Oh Dios, que quisiste que tu Hijo sufriese por nosotros el patíbulo de la cruz, para expulsar de nosotros el poder del enemigo: concédenos, a nosotros tus siervos, el que consigamos la gracia de la resurrección. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

EPISTOLA

Lección del Profeta Isaías (LUI, 1-12).

En aquellos días dijo Isaías: Señor, ¿quién ha creído en nuestro anuncio? ¿Y a quién ha sido revelado el brazo del Señor? Y subía como un renuevo delante de él, y como una raíz de la tierra sedienta: no tenía belleza, ni decoro: y le vimos, y no tenía aspecto, para que le deseáramos. (Le vimos) despreciado, y el último de los hombres, hecho varón de dolores, y sabedor de quebranto: y su rostro como escondido, y despreciado, por eso no le estimamos. Tomó verdaderamente sobre sí nuestras dolencias, y llevó El mismo nuestros dolores: y nosotros le consideramos como un leproso, y un castigado de Dios, y un humillado. Porque El fue herido por nuestras iniquidades, fue triturado por nuestros pecados: el castigo, que nos ganó la paz, cayó sobre El; con sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros éramos como ovejas errantes, marchando cada cual por su vereda: y el Señor cargó sobre El solo la iniquidad de todos nosotros. Se ofreció, porque quiso; y no abrió su boca: fue llevado a la muerte como una oveja, y calló como un cordero ante el esquilador, y no abrió su boca. Fue quitado de la angustia y del juicio: ¿quién contará su generación? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes: le herí por el crimen de mi pueblo. Y fue su sepultura con los impíos, y con los ricos su muerte: porque nunca hizo El maldad, y no hubo dolo en su boca. Y el Señor quiso triturarle con el sufrimiento. Si pusiere su vida en expiación del pecado, verá larga descendencia, y la voluntad del Señor estará siempre en su mano. Verá y se saciará del trabajo de su alma: con su ciencia justificará mi justo siervo a muchos, y El mismo llevará sus iniquidades. Por eso, yo le daré parte con los grandes, y repartirá despojos con los fuertes, porque entregó su alma a la muerte, y fue contado entre los malhechores: y El mismo llevó los pecados de muchos, y rogó por los transgresores.

LOS PADECIMIENTOS DEL MESÍAS. — Una vez más oímos la voz de Isaías en esta profecía; pero esta vez no es el profeta sublime que cantaba poco a las venganzas del Emmanuel. Cuenta los padecimientos del Hombre-Dios, "del último de los hombres, del varón de dolores, del entregado al sufrimiento". Por este pasaje con razón se puede llamar con los Santos Padres, al más elocuente de los Profetas, el quinto Evangelista. ¿No resume por anticipado el relato de la Pasión, cuando nos muestra al Hijo de Dios "semejante a un leproso, a un hombre herido por Dios y humillado a sus golpes"? Pero nosotros, a quienes la Iglesia lee estas páginas inspiradas, y que' vemos juntamente el Antiguo y el Nuevo Testamento para darnos todas las señales de la Víctima universal, ¿cómo reconoceremos el amor que nos muestra Jesús cuando toma sobre sí todos los castigos que merecíamos nosotros?

"Por sus heridas hemos sido curados nosotros." ¡Oh médico divino, que toma sobre sí las heridas de los que quiere curar! Pero no sólo "ha sido herido por nosotros sino que también ha sido degollado como cordero en el matadero". Pero por ventura no ha hecho más que someterse a la inflexible justicia del Padre, "que ha cargado sobre El todas nuestras iniquidades". Oíd al Profeta: "Si ha sido inmolado, ha sido porque Él lo ha querido." Su amor para con nosotros es igual a la sumisión del Padre. Fijaos cómo calla ante Pilatos que con una sola palabra podía arrebatarle de las manos de sus enemigos. "Está en silencio, sin abrir su boca como el cordero ante el esquilador."

Adoremos este silencio al cual debemos nuestra salvación; recojamos todos los detalles de una entrega que nunca haría un hombre por otro y que no pudo ejecutarla más que el corazón de un Dios. ¡Cómo nos ama a nosotros, que somos su estirpe, los hijos de su sangre, el galardón de su sacrificio! Iglesia Santa, descendiente de Cristo en la cruz, tú le eres querida; te ha comprado a gran precio y por eso se complace en ti. Almas fieles, devolvedle amor por amor; almas pecadoras, sedle fieles, sacad la vida de su sangre y acordaos que, si "todos nosotros hemos estado perdidos como ovejas sin pastor", el Señor "ha tomado sobre sí todas nuestras iniquidades". No hay pecador ni pagano, ni infiel tan culpable, que no tenga parte en esta sangre preciosa, cuya virtud infinita sería suficiente para redimir a miles de millones de mundos más pecadores que el nuestro.

El Tracto que sigue a esta lección está compuesto de algunos versículos del salmo CI: En ellos se nos muestran los padecimientos de la naturaleza humana en Cristo, en medio de sus abatimientos.

TRACTO

Señor, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor. V. No apartes tu cara de mí: en cualquier día, que sea atribulado, inclina hacia mí tu oído. V/. En cualquier día que te invocare, óyeme velozmente. V/. Porque mis días se han disipado como el humo: y mis huesos están quemados como un tizón. V/. He sido herido como el heno, y mi corazón se ha secado: porque me he olvidado de comer mi pan. V/. Pero, cuando te levantes tú, Señor, tendrás piedad de Sión: porque habrá llegado el tiempo de compadecerse de ella.

A continuación se lee la Pasión según San Lucas. Este Evangelista nos proporciona muchos detalles, que habían suprimidos los dos primeros Evangelistas; con su auxilio podemos penetrar más y más en el misterio de los padecimientos del sacrificio del Hombre-Dios.

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Lc 22, 39-71; 23, 1-53.

C. En aquel tiempo, salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:

+ - «Orad, para no caer en la tentación.»

C . Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba, diciendo:

+ - «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

C - Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:

+ - «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.

Jesús le dijo:

+ - «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»

C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:

S. - «Señor, ¿herimos con la espada?»

C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.

Jesús intervino, diciendo:

+ - «Dejadlo, basta.»

C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:

+ - «¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.»

Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente

C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.

Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:

S. - «También éste estaba con él.»

C. Pero él lo negó, diciendo:

S. - «No lo conozco, mujer.»

C. Poco después lo vio otro y le dijo:

S. - «Tú también eres uno de ellos.»

C. Pedro replicó:

S. - «Hombre, no lo soy.»

C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:

S. - «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»

C. Pedro contestó:

S. - «Hombre, no sé de qué me hablas.»

C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?

C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes.

Y, tapándole la cara, le preguntaban:

S. - «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»

C. Y proferían contra él otros muchos insultos.

Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín

C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:

S. - «Si tú eres el Mesías, dínoslo.»

C. Él les contesto:

+ - «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.

Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.»

C. Dijeron todos:

S. - «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»

C. Él les contestó:

+ - «Vosotros lo decís, yo lo soy.»

C. Ellos dijeron:

S. - «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.»

C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.

No encuentro ninguna culpa en este hombre

C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:

S. - «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»

C. Pilato preguntó a Jesús:

S. - «¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él le contestó:

+, - «Tú lo dices.»

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:

S. - «No encuentro ninguna culpa en este hombre.»

C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:

S. - «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.»

C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.

Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.

Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

Pilato entregó a Jesús a su arbitrio

C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:

S. - «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.»

C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:

S. - «¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»

C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

S. - «¡Crucifícalo, crucifícalo!»

C. Él les dijo por tercera vez:

S. - «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»

C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.

Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

+ - «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos"; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasara con el seco?»

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Jesús decía:

+ - «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»

C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.

Éste es el rey de los judíos

C. El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas, diciendo:

S - «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»

C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

S. - «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»

C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»

Hoy estarás conmigo en el paraíso

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:

S. - «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»

C. Pero el otro le increpaba:

S. - «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»

C Y decía:

S. - «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»

C. Jesús le respondió:

+ - «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

+ - «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»

C. Y, dicho esto, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa

C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:

S. - «Realmente, este hombre era justo.»

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando. José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.

 

En el Ofertorio se oye otra vez la voz de Cristo, que implora la ayuda de Dios y pide a su Padre que no aparte su mirada de su propio Hijo, que es víctima de toda clase de dolores, tanto del cuerpo como del alma.

OFERTORIO

Señor, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor: no apartes tu cara de mí.

En la Secreta pide la Iglesia que tengamos un amor sincero al misterio divino en el cual se renueva cada día la Pasión del Salvador.

SECRETA

Acepta, Señor, el don ofrecido, y dígnate hacer que consigamos con piadosos afectos lo que celebramos con el misterio de la Pasión de tu Hijo, nuestro Señor. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Para la antífona de la Comunión la Iglesia toma otra vez algunos versículos del mismo salmo CI, que ha empleado en el tracto y en el ofertorio.

COMUNIÓN. REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN [1]

Mi bebida mezclo con lloro: porque, elevándome, me has estrellado: y me he secado como el heno: más tú, Señor, permaneces para siempre: levantándote tú. tendrás piedad de Sión, porque ha llegado el tiempo de tener piedad de ella.

La muerte del Hijo de Dios debe ser para nosotros un motivo para que confiemos cada día más en la misericordia de Dios. Esta confianza es el primer eslabón de nuestra salvación. Esta es la confianza, que pide la Iglesia para nosotros en la Poscomunión.

POSCOMUNIÓN

Concede a nuestros sentidos, oh Dios omnipotente, el que, mediante la muerte temporal de tu Hijo, representada en estos venerandos Misterios, confiemos que nos has dado la vida eterna. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN

Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, Señor, mires a esta tu familia, polla que nuestro Señor Jesucristo no dudó en ser entregado en manos de los verdugos y en sufrir el tormento de la cruz. El, que vive y reina contigo.

OFICIO DE LAS TINIEBLAS

Hasta la última reforma, la Iglesia anticipaba a la víspera el Oficio de la noche del día siguiente, para estos tres últimos días de la Semana Santa, con el fin de dar al pueblo cristiano mayor facilidad para tomar parte en él. Los Maitines y Laudes celebrábanse, por tanto, en las horas de la tarde. Pero habiéndose convertido estas horas para la mayor parte en horas de trabajo, la Iglesia ha creído oportuno volver a establecer que el Oficio se celebre a sus horas normales.

Así, pues, los fieles deben apresurarse a asistir a ellos en tanto en cuanto sus ocupaciones se lo permiten. En cuanto al mérito de esta piadosa asistencia, es indudable que sobrepasa al de cualquier devoción privada. El medio más seguro para llegar al corazón de Dios será siempre emplear como intermediario a la Iglesia: En cuanto a las impresiones santas que pueden ayudarnos a hondar más en los misterios, que se conmemoran en estos tres días, por lo general son más fuertes y más seguras las que se reciben en el oficio, que las que se buscan en cualquier libro humano. Alimentada por la palabra y los ritos de la Iglesia, el alma cristiana aprovechará doblemente con los ejercicios y lecturas del oficio, aunque también debe ocuparse en particular de ellas. La oración de la Iglesia será, pues, la base sobre la cual se levantará todo el edificio de la piedad cristiana, en este santo aniversario; así imitaremos a nuestros padres que, en los siglos de fe, fueron tan profundamente cristianos porque vivían de la vida de la Iglesia por la Liturgia.

 

—DOM PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico, Primera Edición Española Traducida Y Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos Por Los Monjes De Santo Domingo De Silos.

NIHIL OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S. H. Censor ordinis.

IMPRIMATVR: P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos, die 7.I.1953

 

[1] COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292

 

 

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