DOMINGO DE LA OCTAVA DE LA ASCENSION
DOMINGO DE LA OCTAVA DE LA ASCENSION
GLORIFICACION DE LA
HUMANIDAD DE CRISTO
Jesús subió al cielo. Su
divinidad nunca estuvo ausente de él, mas hoy su humanidad es entronizada y coronada
allí con brillante diadema; he ahí un nuevo aspecto del misterio de la
Ascensión. El triunfo no bastaba a esta santa humanidad; el descanso le estaba
preparado sobre el trono mismo del Verbo eterno al que está unida por una misma
personalidad y allí debe recibir las adoraciones de toda criatura. Ante el
nombre de Jesús, Hijo del hombre e Hijo de Dios, de Jesús sentado a la derecha
del Padre Todopoderoso, "toda rodilla debe doblarse en el cielo, la tierra
y los infiernos". ¡Habitantes de la tierra! allí está aquella naturaleza
humana que se apareció antes en la humildad de los pañales, que recorrió Judea
y Galilea, no teniendo donde reclinar su cabeza, que fue encadenada por manos
sacrílegas, flagelada, coronada de espinas y clavada en una Cruz; pero mientras
los hombres ignorantes la pisoteaban como un gusano de la tierra, ella aceptaba
el cáliz de dolores con entera sumisión y se unía a la voluntad del Padre;
aceptaba, transformada en víctima, desagraviar a la gloria divina dando toda su
sangre como rescate de los pecadores. Esta naturaleza humana, nacida de Adán
por María Inmaculada, es la obra maestra del poder de Dios. Jesús "el más
hermoso de los hijos de los hombres'" es objeto de admiración para los ángeles;
en él descansan las complacencias de la Santísima Trinidad; los dones de gracia
depositados en él sobrepasan a los que han sido concedidos a los hombres y a
todos los espíritus celestes juntos; pero Dios le había destinado al camino del
dolor, y Jesús que hubiera podido rescatar al hombre con menor costa suya, se
entregó voluntariamente a un mar de humillaciones y dolores con el fin de
satisfacer con creces la deuda de sus hermanos. ¿Cuál será la recompensa? El Apóstol
nos lo dice: "Hízose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz; por lo
cual Dios le exaltó y le dio un nombre que está por encima de todo
nombre". ¡Oh vosotros que tomáis parte en este mundo en los dolores con
que nos rescató, que gustáis seguirle en las estaciones de su peregrinación
hasta el Calvario, levantad hoy la cabeza y mirad a lo alto de los cielos!
"Porque sufrió la muerte, hele aquí coronado de gloria y honor”.
"Cuanto más se humilló al igual de un esclavo, El que podía en su otra
naturaleza llamarse sin injusticia igual a Dios", más el Padre se complace
en elevarle en gloria y poder. La corona de espinas que llevó en la tierra es
reemplazada por la diadema de honor2. La cruz que dejó imponer sobre sus
hombros es en adelante el signo de su principado. Las llagas, que los clavos y
la lanza estamparon en su cuerpo, resplandecen como soles. ¡Sea, pues, dada
gloria a la justicia del Padre hacia Jesús su Hijo! pero regocijémonos también
de ver en este día "el Hombre de dolores"- transformado en Rey de la
gloria y repitamos con entusiasmo el Hosanna que la corte celestial hace
resonar a su llegada.
JUEZ UNIVERSAL. — Con todo
eso no creamos que el Hijo del hombre sentado sobre el trono de la divinidad queda
inactivo en su descanso glorioso. El Padre le ha dotado de una soberanía pero
soberanía activa. Le ha nombrado "juez de vivos y de muertos y todos nosotros
debemos comparecer ante su tribunal". Apenas nuestra alma deje su cuerpo
será transportada al pie de este tribunal donde se ha sentado hoy el Hijo del
Hombre y oirá salir de su boca la sentencia merecida. ¡Oh Salvador coronado en
este día! sénos misericordioso en esta hora decisiva para nuestra eternidad.
Más la judicatura ejercida por el Señor no se limitará al ejercicio callado de
este soberano poder. Los ángeles nos lo han dicho hoy: debe presentarse de nuevo
en la tierra, volver a descender a través de los aires, como ha subido, y
entonces tendrán lugar los solemnes juicios, donde todo el género humano
comparecerá. Sentado en las nubes del cielo, rodeado de milicias angélicas, el
Hijo del hombre aparecerá en la tierra con toda majestad. Los hombres verán
"aquél que taladraron" y las huellas de sus heridas, que aumentarán
su hermosura, serán para unos objeto de terror y para otros de inefables
consuelos. Como pastor, separará sus ovejas de los cabritos y su voz soberana,
que la tierra no escuchó desde hacía tantos siglos, resonará para mandar a los
pecadores impenitentes descender a los infiernos e invitar a los justos a
ocupar, en cuerpo y alma, la mansión de las delicias eternas.
REY DE LAS NACIONES. — En
espera de este desenlace final de los destinos de la raza humana, Jesús recibe
también del Padre, en este día, la investidura visible del poder real sobre las
naciones de la tierra. Habiéndonos rescatado con el precio de su sangre, le
pertenecemos; sea, pues, en adelante nuestro Señor. Es, en efecto, y se llama
Rey de reyes y Señor de señores'. Los reyes de la tierra no reinan
legítimamente sino por El y no por la fuerza o en virtud de un pretendido pacto
social cuya sanción no pasa de aquí abajo. Los pueblos no se pertenecen a sí
mismos, dependen de Él. Su ley no se discute; debe estar por encima de todas
las. leyes humanas como su regla y señora: "Las naciones temblarán bajo su
cetro, dice el Rey-profeta; los pueblos, para salir de su dominio, forjarán
vanos proyectos; los príncipes de la tierra se concertarán contra El; dirán:
rompamos su yugo y arrojémosle lejos de nosotros". ¡Inútiles esfuerzos!,
porque, dice el Apóstol, "es necesario que reine, hasta que tenga puestos
todos sus enemigos bajo sus pies" hasta que aparezca por segunda vez para
derribar el poder de Satanás y el orgullo dé los hombres. Así, pues, el Hijo
del hombre, coronado en su Ascensión, debe reinar sobre todo el mundo hasta su
vuelta. "Mas, diréis, ¿reina donde los príncipes creen tener su autoridad
del mandato de los pueblos, donde los pueblos seducidos por este ídolo que
llaman libertad, ha perdido hasta el sentido mismo de la autoridad? Sí, reina,
pero con la justicia, puesto que los hombres desdeñaron ser conducidos por su
bondad. Borraron su ley de sus códigos, concedieron el derecho de ciudadanía al
error y a la blasfemia; y entonces les ha abandonado a su juicio absurdo y engañoso.
La unción bendita no hace ya sagrado en ellos el poder efímero, que se escapa a
todas horas de las manos que se esfuerzan por retenerle, y, cuando los pueblos,
después de haber rodado por los abismos de la anarquía procuran constituirle de
nuevo, es inútil, porque se le ve desplomarse otra vez, porque los príncipes y
los pueblos quieren estar fuera del dominio del Hijo del Hombre. Y así será,
hasta que los príncipes y pueblos, cansados de su impotencia, le llamen a
reinar sobre ellos, hasta que vuelvan a tomar la divisa de nuestros padres:
"¡Cristo vence! ¡Cristo reina! ¡Cristo impera! ¡Dígnese Cristo reservar —a
su pueblo— de todo mal!". En este día de tu coronación, recibe los homenajes
de tus fieles, ¡Oh Rey, Señor y Juez nuestro! Fuimos por nuestros pecados los
autores de tus humillaciones y sufrimientos en el curso de tu vida mortal, más
nos unimos hoy a las aclamaciones que dejaron oír los Espíritus celestes en el
momento en que la diadema real fue colocada sobre tu divina cabeza. Sólo percibimos
ahora un reflejo de tus grandezas; más el Espíritu Santo que nos has prometido
acabará de revelarnos todo lo que podemos conocer aquí acerca de tu poder soberano
cuyos fieles y humildes subditos queremos ser siempre. El Domingo de la octava
de la Ascensión, llamado en Roma durante la Edad Media, Domingo de las Rosas
porque en este día era costumbre cubrir de rosas el pavimento de las basílicas,
como homenaje a Cristo que se elevaba al cielo en la estación de las flores. La
fiesta de la Ascensión tan radiante y llena de júbilo, cuando se considera en
su aspecto principal, que es el triunfo del Redentor, embellecía los esplendorosos
días de primavera. Se olvidaba un momento la tristeza de la tierra para
acordarse sólo de la palabra de Jesús a sus Apóstoles, a fin de que nos fuere
repetida: "Si me amárais os alegraríais de que fuera a mi Padre".
Imitemos este ejemplo, ofrezcamos a nuestra vez la rosa, a aquél que la hizo
para adorno de nuestra morada y sepamos servirnos de su belleza y perfume para
elevarnos hasta aquel que dice en el divino Cántico: "Yo soy la flor de
los campos y el lirio de los valles". Quiso llamarse nazareno para que
este nombre misterioso despertase en nosotros el recuerdo que expresa, el
recuerdo de las flores de quien no se ha desdeñado tomar el símbolo, para
expresar el encanto y suavidad que aquellos que le aman encuentran en él.
EN EL CENÁCULO. —
Súbitamente aparece en medio del Cenáculo. El corazón de María ha saltado de
gozo, los discípulos y las santas mujeres adoran con ternura al que se muestra
aquí abajo por última vez. Jesús se digna tomar asiento en la mesa con ellos;
condesciende hasta tomar parte aún en una cena, pero ya no con el fin de
asegurarles su resurrección, pues sabe que no dudan; sino que en el momento de
ir a sentarse a la diestra del Padre, quiere darles esta prueba tan querida de
su divina familiaridad. ¡Oh cena inefable, en que María goza por última vez en
este mundo del encanto de sentarse al lado de su Hijo, en que la Iglesia
representada por los discípulos y por las santas mujeres está aún presidida
visiblemente por su Jefe y su Esposo!
¿Quién podría expresar el
respeto, el recogimiento, la atención de los comensales y describir sus miradas
fijas con tanto amor sobre el Maestro tan amado? Anhelan oír una vez más su
palabra; ¡les será tan grata en estos momentos de despedida!... Por fin Jesús
comienza a hablar; pero su acento es más grave que tierno. Comienza echándoles
en cara la incredulidad con que acogieron la noticia de su resurrección En el
momento de confiarles la más imponente misión que haya sido transmitida a los
hombres, quiere invitarles a la humildad. Dentro de pocos días serán los
oráculos del mundo, el mundo creerá sus palabras y creerá lo que él no ha
visto, lo que sólo ellos han visto. La fe pone a los hombres en relación con
Dios; y esta fe no la han tenido, desde el principio, ellos mismos: Jesús
quiere recibir de ellos la última reparación por su incredulidad pasada, a fin
de establecer su apostolado sobre la humildad.
MISA
QUE SOLO PUEDE SER OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN
EL ACCIONAR IRREGULAR Y ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y
LEFEBVRISTAS
El Introito,
sacado del Salterio, manifiesta el deseo que siente la Santa Madre Iglesia de
volver a ver a su Esposo que ha partido lejos de ella. El alma fiel comparte
este sentimiento y se une a la madre común para decir como ella al Emmanuel:
"Mi corazón te lo dirá, quiero volver a ver tus facciones divinas,
muéstramelas pronto."
INTROITO
Oye,
Señor, mi voz, con la que clamé a ti, aleluya: a ti dijo mi corazón: Busqué tu
cara: tu cara, Señor, buscaré: no apartes tu cara de mí, aleluya, aleluya.— Salmo: El Señor es mi luz, y mi salud: ¿a
quién temeré? V/. Gloria al Padre.
En la
Colecta la Iglesia nos enseña a pedir a Dios la buena voluntad que nos hará
dignos de volver a ver a Jesús, por el celo en servir a la divina majestad.
COLECTA
Omnipotente
y sempiterno Dios, haz que siempre tengamos para ti una voluntad devota, y que
sirvamos a tu majestad con sincero corazón. Por el Señor.
EPISTOLA
Lección de
la Epístola del Ap. S. Pedro.
Carísimos:
Sed prudentes, y velad en oraciones. Pero, ante todo, tened mutua caridad:
porque la caridad cubre la multitud de los pecados. Sed mutuamente
hospitalarios sin murmuración: dé cada cual la gracia a otro según la recibió,
como buenos dispensadores de la multiforme gracia de Dios. Si alguien habla,
que hable según las palabras de Dios: si alguien administra, administre según
la virtud que Dios suministra: para que en todo sea honrado Dios por
Jesucristo, nuestro Señor.
CARIDAD Y
PRUDENCIA. — Mientras los discípulos están reunidos en el Cenáculo formando un
corazón y una sola alma, y esperando la venida del Espíritu Santo, el príncipe
de los Apóstoles que preside esta asamblea se vuelve hacia nosotros que
esperamos el mismo favor, y nos recomienda la caridad fraterna. Nos promete que
esta virtud borrará la multitud de nuestros pecados; ¡feliz preparación para
recibir el don del cielo! El Espíritu Santo viene con el fin de unir a los hombres
en una sola familia; dejemos las discusiones y preparémonos a la fraternidad
universal que debe establecerse en el mundo con la predicación del Evangelio.
Mientras esperamos la venida del Consolador prometido, el Apóstol nos dice que
debemos ser prudentes y sobrios para vacar a la oración. Seamos dóciles: la
prudencia consistirá en quitar de nuestros corazones todo obstáculo que aparte
al Espíritu Divino; en cuanto a la oración, ella será la que les abrirá, para
que Él les reconozca y se establezca en ellos. De los dos versículos del
Aleluya, uno está tomado de David y hace alusión a la majestad de Cristo sobre
el trono real, el otro está compuesto con palabra s del mismo Salvador que nos
promete su venida al fin de los siglos, cuando venga a reclama r a sus
elegidos.
ANTÍFONA/ALELUYA
Aleluya,
aleluya. V/. Reinó el Señor sobre todas las gentes: Dios está sentado sobre su
santo trono.
Aleluya V/.
No os dejaré huérfanos: voy, y volveré a vosotros, y se alegrará vuestro
corazón. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación
del santo Evangelio según S. Juan.
En aquel
tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Paráclito, el que yo os
enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará
testimonio de mí: y vosotros daréis testimonio, porque desde el principio
estáis conmigo. Os he dicho esto, para que no os escandalicéis. Os echarán de
las sinagogas, y vendrá la hora en que, todo el que os matare, pensará hacer un
servicio a Dios. Y harán esto con vosotros, porque no han conocido al Padre, ni
a mí. Pero hos he dicho esto para que, cuando llegue dicha ora os acordéis de
que yo os lo dije.
ESPÍRITU
DE FORTALEZA. — La víspera de enviarnos el Espíritu Santo, Jesús, nos anuncia
los efectos que este consolador producir á en nuestras almas. Dirigiéndose en
la última cena a los apóstoles les dice que el Espíritu dar a testimonio de él,
es decir, que les instruirá sobre la divinidad de Jesucristo y la fidelidad que
le deben hasta morir por él. He ahí lo que producir á en ellos este divino huésped
que Jesús, antes de subir al cielo, llama Virtud de lo alto. Duras pruebas les
esperan; será menester resistir hasta derramar sangre. ¿Quién sostendrá a estos
hombres débiles? El Espíritu que ha de venir sobre ellos. Por él vencerán y el
Evangelio dará la vuelta al mundo. Ahora bien, ha de venir de nuevo este
Espíritu del Padre y del Hijo, y ¿cuál será el fin de su venida si no armarnos
para el combate y hacernos fuertes para la lucha? Al salir del tiempo pascual,
donde los más augustos misterios nos iluminan y protegen, nos volveremos a
encontrar ante el demonio irritado, el mundo que nos esperaba, y nuestras
pasiones calmadas un momento que querrán revivir. Si estamos "revestidos
de la virtud de lo alto" no temeremos a nadie; esperemos la venida del
Consolador, preparémosle un recibimiento digno de su majestad; cuando le
hayamos recibido guardémosle cuidadosamente; él nos alcanzará la victoria como
la alcanzó a los Apóstoles. El Ofertorio recuerda el poder de Jesús subiendo al
cielo; la iglesia quiere que pensemos constantemente en este triunfo, y que
nuestros corazones estén fijos en la mansión donde el triunfador nos espera.
OFERTORIO
Ascendió
Dios con júbilo, y el Señor con clamor de trompeta, aleluya. Una vez ofrecido a
Dios el pan y vino que pronto van a ser transformados en cuerpo y sangre de
Cristo, la iglesia pide en la Secreta no sólo que el contacto con estos divinos
misterios, nos deje limpios, sino que nos dé esa energía sin la cual la vida
Cristiana no puede existir.
SECRETA
Haz,
Señor, que estos Sacrificios inmaculados nos purifiquen y den a nuestras almas
el vigor de la gracia celestial. Por Cristo Nuestro Señor.
La
antífona de la Comunión está formada de las palabras de la oración de Jesús a
su Padre. Las pronunció después de haber dado a comer su sagrado cuerpo a sus
discípulos. Muestran sus deseos para con nosotros.
COMUNIÓN.
— REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN [1]
Padre,
cuando estaba con ellos, yo guardaba a los que me diste, aleluya; pero ahora
voy a ti: no ruego que los quites del mundo, sino que los preserves del mal,
aleluya, aleluya.
La acción
de gracias es el primer deber de todo cristiano después de la comunión del cuerpo
y sangre de Jesucristo; la iglesia que conoce mejor que nosotros los beneficios
que hemos recibido, pide en la Poscomunión que esta acción de gracias
permanezca siempre en nosotros.
POSCOMUNIÓN
Saciados,
Señor, con estos dones sagrados, suplicárnoste hagas que permanezcamos siempre
en acción de gracias. Por Cristo Nuestro Señor.
—DOM
PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico, Primera Edición Española Traducida Y
Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos Por Los Monjes De Santo Domingo De
Silos.
NIHIL
OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S. H. Censor ordinis.
IMPRIMATVR:
P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos,
die 7.I.1953
[1] COMUNIÓN ESPIRITUAL,
VERDADERA COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292
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