DOMINGO XI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
DOMINGO XI DESPUÉS
DE PENTECOSTÉS
Este Domingo, el undécimo de San
Mateo, recibe el nombre entre los Griegos de la parábola del rey que hizo
rendir cuentas a sus servidores[1]. En Occidente se le llama Domingo del
Sordomudo desde que el Evangelio del Fariseo y del Publicano se trasladó al
Domingo anterior. La Misa actual conserva aún, como será fácil comprobar, más
de un recuerdo de la antigua disposición.
En los años en que la Pascua se
aproxima lo más cerca posible al 21 de Marzo, la lectura de los libros de los
Reyes se prosigue hasta esta semana, que nunca llega a pasarla. En el Oficio de
la noche son tema de las primeras lecciones: la enfermedad de Ezequías y la
curación milagrosa obtenida por las oraciones del santo rey[2].
MISA
QUE SOLO PUEDE SER OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN
EL ACCIONAR IRREGULAR Y ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y
LEFEBVRISTAS
El sabio y piadoso Abad Ruperto,
escribiendo antes del cambio verificado en el orden de las lecturas
evangélicas, explica en estos términos la elección del Introito del día hecha
por la Iglesia "El publicano en el Evangelio se acusa y dice: Soy indigno
de elevar los ojos al cielo. Pablo en la Epístola le imita diciendo: Soy el
menor de los apóstoles, que ni merezco ser llamado apóstol, por haber
perseguido a la Iglesia de Dios. Así pues, como esta humildad que se nos
presenta como ejemplo, es la guardiana de la unión entre los servidores de
Dios, haciendo que el uno no se levante contra el otro[3]; del mismo modo es
muy natural que se cante al principio el Introito, en el cual habla del Dios
que hace que habiten los hombres en su casa con un solo espíritu"[4].
INTROITO
Dios está en su lugar santo: Dios nos
hace habitar unánimes en su casa: El mismo dará vigor y fortaleza a su pueblo.
— Salmo: Levántese Dios, y disípense sus enemigos: y huyan de su presencia los
que Le odian. V. Gloria al Padre.
Nada tan conmovedor como la Colecta de
este día cuando se relaciona con el Evangelio que primitivamente la acompañaba.
Con ser menos inmediata hoy esta aproximación, esta conexión no ha desaparecido
aún, puesto que la Epístola, como diremos en su lugar, continúa, con el ejemplo
de San Pablo, la lección de humildad que nos daba el publicano arrepentido.
Ante el espectáculo que ofrece siempre a sus ojos maternales este publicano
despreciado del judío, mientras golpea su pecho y sin apenas poder, por su
profundo dolor, pronunciar una palabra, la Santa Iglesia, conmovida hasta lo
más profundo de sus entrañas, viene a completar y ayudar su oración. Con
inefable delicadeza pide a Dios Todopoderoso que, por su misericordia infinita,
haga recobrar la paz a las conciencias intranquilas, perdonando los pecados, y
que otorgue lo que la misma oración de los pobres pecadores no osa pedir en su
reservado temor.
COLECTA
Omnipotente y sempiterno Dios, que,
con la abundancia de tu piedad, excedes los méritos y deseos de los
suplicantes: derrama sobre nosotros tu misericordia; para que perdones lo que
la conciencia teme, y añadas lo que la oración no se atreve a pedir. Por nuestro
Señor.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. S.
Pablo a los Corintios. (I, XV, 1-10).
Hermanos: Os recuerdo el Evangelio que
ya os prediqué, el que ya recibisteis, y en el cual permanecéis, y por el cual
os salvaréis, si retenéis la palabra que os prediqué, y no creéis en vano.
Porque os enseñé, en primer lugar, lo que yo recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras: y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, según las Escrituras: y que fue visto por Cefas y después de él,
por los Once. Después fue visto por más de quinientos hermanos a la vez, de los
cuales muchos viven todavía, otros, en cambio, ya murieron. Después fue visto
por Santiago, después por todos los Apóstoles: y, al último de todos, como a un
abortivo, se apareció también a mí. Porque yo soy el mínimo de los Apóstoles,
que no soy digno de ser llamado Apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no ha sido vana en mí.
CONTRICCIÓN Y
CARIDAD
El Domingo pasado el Publicano nos
recordaba la humildad que conviene al pecador. Hoy, el Doctor de las gentes nos
muestra en su propia persona, que esta virtud cae bien asimismo al hombre
justificado, que recuerda las ofensas que en otro tiempo hizo al Altísimo. El
pecado del justo, aunque perdonado ya hace mucho, permanece sin cesar ante sus
ojos[5]; siempre dispuesto a acusarse a sí mismo[6], no ve en el perdón y en el
olvido de la ofensa por parte de Dios[7], sino un nuevo motivo para no olvidar
jamás sus faltas. Los favores celestiales que vienen a recompensar la
sinceridad de su arrepentimiento, conduciéndole más adelante en el conocimiento
de los derechos de la justicia infinita[8], le revelan más aún la enormidad de
los crímenes voluntarios que han venido a juntarse" a la mancha
original[9]. Una vez entrado en este camino, la humildad no es para él
solamente una satisfacción dada a la justicia y a la verdad por su inteligencia
esclarecida de lo alto; sino que, a medida que vive con Dios en unión cada vez
más estrecha, y conforme va elevándose por la contemplación en la inteligencia
y en el amor, la caridad divina, que le apremia cada vez más de todos los
modos[10], es causa del mismo recuerdo de sus faltas. Sondea el abismo de donde
la ha sacado la gracia, para lanzarse desde estas profundidades del infierno,
más vehemente, dominante y activa. Entonces el pecador de otros tiempos no se
contenta con el reconocimiento de las riquezas sin número que obtiene hoy de la
divina liberalidad, sino que la confesión de sus miserias pasadas sale de su
alma arrebatada como un himno al Señor.
NUESTRA
COLABORACIÓN A LA GRACIA
Por la gracia de Dios soy lo que soy,
debe decir, en efecto, el justo con el Apóstol; y cuando esta verdad
fundamental arraigue en su alma, puede con él añadir sin temor: Su gracia no ha
sido en mi estéril. Pues la humildad descansa sobre la verdad: se faltaría a la
verdad imputando al hombre, lo que en el hombre viene del Ser supremo; sería
también ir contra ella, el no reconocer con los santos las obras de la gracia
que Dios ha puesto en ellos. En el primer caso se iría contra la justicia tanto
como contra la verdad; en el segundo contra la gratitud. La humildad, cuyo fin
directo es evitar estos daños causados a la gloria debida a Dios refrenando las
ansias de la soberbia, viene a ser por otra parte el más seguro auxilio del
agradecimiento, noble virtud, que, en los caminos de aquí abajo, no tiene mayor
enemigo que el orgullo.
GLORIARSE EN DIOS
Cuando la Virgen proclamaba que todas
las generaciones la llamarían bienaventurada, el entusiasmo divino que la
animaba, no consistía menos en el éxtasis de su humildad que de su amor. La
vida de las almas escogidas presenta a cada paso transportes sublimes de esta
clase, en que, aplicándose a sí el cántico de su Reina, magnifican al Señor
cantando las cosas grandes que hace por ellas con su poder. Cuando San Pablo,
después del bajo aprecio que siente de sí, al compararse con los otros
Apóstoles, añade que la gracia ha sido en él productiva y que ha trabajado más
que todos ellos, no creamos que cambia de tema, o que el Espíritu que le dirige
quiere corregir de este modo sus primeras expresiones; una sola necesidad, un
mismo y único deseo le inspira estas palabras aparentemente diversas y
contrarias: el deseo y la necesidad de no frustrar a Dios la gloria en sus
dones, ya sea por la apropiación del orgullo, ya por el silencio de la
ingratitud.
El Gradual ha sido puesto, según las
obras de los piadosos intérpretes de la Liturgia, como la acción de gracias de
los humildes, curados por Dios en conformidad con la esperanza que tenían
puesta en El.
GRADUAL
En Dios esperó mi corazón, y he sido
ayudado: y ha reflorecido mi carne, y le alabaré con toda mi voluntad. y. A Ti,
Señor, he clamado: Dios mío, no calles: no Te apartes de mí.
Aleluya, aleluya. V. Ensalzad a Dios,
nuestro ayudador, cantad jubilosos al Dios de Jacob: cantad un salmo alegre con
la cítara. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según
S. Marcos. (VII, 31-37).
En aquel tiempo, saliendo Jesús de los
límites de Tiro, fue, por Sidón, al mar de Galilea, por medio de los confines
de la Decápolis. Y le presentaron un sordomudo, y le rogaron que le impusiera
las manos. Y, tomándole aparte de la turba, metió sus dedos en las orejas de
él: y, escupiendo, tocó su lengua: y, mirando al cielo, suspiró, y díjole:
Ephphetha, que significa: ¡Abríos! Y al punto se abrieron sus oídos, y se soltó
el nudo de su lengua, y habló bien. Y les ordenó que no lo dijeran a nadie.
Pero cuanto más se lo prohibió El, más lo divulgaron ellos: y tanto más se
admiraron, diciendo: Todo lo ha hecho bien: ha hecho oír a los sordos y hablar
a los mudos.
EL GÉNERO HUMANO
ENFERMO
Los Santos Doctores nos enseñan que
este hombre representa a todo el género humano, excepción hecha del pueblo
judío. Abandonado desde tantísimo tiempo en las regiones del aquilón, donde
solamente reinaba el príncipe del mundo, experimentó los efectos desastrosos
del olvido en que parece le tenía su Creador y Padre, como consecuencia del
pecado original. Satanás, cuya pérfida astucia le hizo salir del paraíso,
apoderándose de él, se excedió a sí mismo en la elección del medio que puso
para salvaguardar su conquista. Con ladina tiranía redujo a su víctima a un
estado de mutismo y de sordera, con que le tiene bajo su imperio más seguro que
amarrado con cadenas de diamante; mudo para implorar a Dios, sordo para oír su
voz; los dos medios de que podía servirse para libertarse, los tiene impedidos.
Satanás, el adversario de Dios y del hombre, puede felicitarse. ¡Se ha dado al
traste, a lo que puede creerse, con la última de las creaciones del
Todopoderoso, se ha dado al traste con el género humano sin distinción de
familias y de pueblos; pues hasta la misma nación conservada por el Altísimo
como su parte escogida en medio de la defección de los pueblos[11], se ha
aprovechado de sus ventajas para renegar con más crueldad que todos los demás,
de su Señor y su Rey!
EL MILAGRO
El Hombre-Dios gimió al ver una
miseria tan extrema. Y ¿cómo no lo iba a hacer considerando los estragos
ocasionados por el enemigo en este ser escogido? Así pues, levantando los ojos
siempre misericordiosos de su santa humanidad[12], ve el consentimiento del
Padre a las intenciones de su misericordiosa compasión; y, usando de aquel
poder creador que en el principio hizo perfectas todas las cosas, pronuncia
como Dios y como Verbo[13] la palabra omnipotente de restauración: ¡Ephphetha!
La nada, o más bien, en este caso, la ruina, que es peor que la nada, obedece a
esta voz tan conocida; el oído del infortunado se despierta; se abre con placer
a las enseñanzas que le prodiga la triunfadora ternura de la Iglesia, cuyas
oraciones maternales han obtenido esta liberación; y, penetrando en él la fe y
obrando al mismo instante sus efectos, su hasta aquí trabada lengua vuelve a
tomar el cántico de alabanza al Señor, interrumpido por el pecado desde hacía
siglos[14].
LA ENSEÑANZA
Con todo eso, el Hombre-Dios quiere
más, con esta curación, instruir a los suyos, que manifestar el poder de su
palabra divina; quiere revelarles simbólicamente las realidades invisibles
producidas por su gracia en lo secreto de los sacramentos. Por esto, conduce
aparte al hombre que le presentan, lo lleva lejos de esa turba tumultuosa de
pasiones y de vanos pensamientos que le habían hecho sordo a las cosas del
cielo: ¿de qué serviría, en efecto, curarle si tiene el peligro de volver a
caer nuevamente por no hallarse alejadas las causas de su enfermedad? Jesús,
asegurando el futuro, mete en los oídos del cuerpo del enfermo sus dedos
sagrados, que llevan el Espíritu Santo y hacen penetrar hasta los oídos de su
corazón la virtud reparadora de este Espíritu de amor. Finalmente, con mayor
misterio aún, puesto que la verdad que se trata de expresar es más profunda,
toca con saliva de su boca divina esta lengua que se había hecho impotente para
la confesión y la alabanza; y la Sabiduría, pues ella es la que se significa
aquí místicamente, la Sabiduría que sale de la boca del Altísimo y, cual onda
embriagadora, fluye sobre nosotros de la carne del Salvador, abre la boca del
mundo del mismo modo que hace elocuente la lengua de los niños que aún no
sabían hablar[15].
RITOS DEL BAUTISMO
También la Iglesia, para hacernos ver
que el relato evangélico se refiere en figura, no a un hombre aislado sino a
todos nosotros, ha querido que los ritos del bautismo de cada uno de sus hijos
recuerden las circunstancias de la curación que se nos acaba de relatar. Su
ministro, antes de sumergir en el baño sagrado al escogido que le presenta,
debe depositar en su lengua la sal de la Sabiduría, y tocar los oídos del
neófito, repitiendo la palabra que Cristo dijo al sordomudo: Ephphetha, que
significa: abríos.
En el Ofertorio se deja oír el canto
de los humildes, libertados, curados y ensalzados por Dios.
OFERTORIO
Te exaltaré, Señor, porque me has
socorrido, y no consentiste que se riesen de mí mis enemigos: Señor, clamé a
Ti, y me has sanado.
La asamblea de los siervos de Dios, le
suplica en la Secreta que acepte sus dones, y que haga del Sacrificio el
homenaje de su servidumbre y el sostén de su debilidad.
SECRETA
Suplicámoste, Señor, mires propicio
nuestra servidumbre: para que lo que te ofrecemos, sea un don grato a Ti, y
sirva de ayuda a nuestra flaqueza. Por nuestro Señor.
La Antífona elegida para la Comunión
no puede venir mejor, en un tiempo en que los trabajos de la siega y de la
recolección están en todas partes en plena actividad. Debemos, en efecto,
tratar de ofrecer al Señor, por intermedio de su Iglesia y de sus pobres, las
primicias de estos bienes que recibimos de sus manos. Mas si queremos en verdad
honrar con ello a Dios, guardémonos de imitar la jactancia del Fariseo en el
cumplimiento del deber tan sencillo y tan provechoso a quien lo cumple.
COMUNIÓN.
— REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN [01]
Honra al Señor con tu riqueza, y con
las primicias de tus frutos: y se llenarán tus graneros plenamente y tus
lagares rebosarán de vino.
El sagrado remedio de los Misterios
obra en el cuerpo y en el alma; produciendo de este modo la salvación del uno y
de la otra, es la verdadera gloria del cristiano. En la Poscomunión, la Iglesia
implora para sus hijos esta plenitud efectiva del Sacramento.
POSCOMUNIÓN
Suplicámoste, Señor, hagas que, con la
recepción de tu Sacramento, sintamos su ayuda en el alma y en el cuerpo: para
que salvados ambos, nos gloriemos de la plenitud de tu celestial remedio. Por
nuestro Señor.
— DOM
PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico, Primera Edición Española Traducida Y
Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos Por Los Monjes De Santo Domingo De
Silos.
NIHIL
OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S. H. Censor ordinis.
IMPRIMATVR:
P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos,
die 7.I.1953
Notas
[01] COMUNIÓN ESPIRITUAL,
VERDADERA COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292
[1] San Mateo XVIII, 23-35.
[2] IV Reyes XX.
[3] I Corintios IV, 6.
[4] Libro de los Oficios divinos XII,
11.
[5] Salmo L, 5.
[6] Proverbios XVIII, 17.
[7] Ezequiel XVIII, 22.
[8] Salmo LXX, 16.
[9] Salmo I, 6-7.
[10] II Corintios V, 14.
[11] Deuteronomio XXXII, 9.
[12] San Juan XI, 42.
[13] Ibid., I, 3.
[14] Salmo L, 17.
[15] Sabiduría X, 21.
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