DOMINGO SEGUNDO DESPUÉS DE EPIFANÍA
DOMINGO
SEGUNDO DESPUÉS DE EPIFANÍA
EL MILAGRO DE CANÁ
El tercer Misterio de
Epifanía nos muestra la consumación de los planes de la misericordia divina
sobre el mundo, y nos manifiesta por tercera vez la gloria del Emmanuel. La
Estrella ha llevado al alma hasta la fe, el Agua santificada del Jordán la ha
purificado, el Banquete nupcial la une a su Dios. Hemos cantado al Esposo
cuando salía radiante al encuentro de la Esposa; hemos oído llamarla desde las
cumbres del Líbano; después de haberla ilustrado y purificado, quiere
embriagarla con el vino de su amor.
Han preparado un
banquete, un banquete nupcial; a él asiste la Madre de Jesús, porque es
conveniente que, después de haber cooperado al misterio de la Encarnación del
Verbo, sea asociada a todas las obras de su Hijo, a todas las gracias que
prodiga a sus elegidos. En medio del banquete, llega a faltar el vino: Hasta
entonces la Gentilidad no había conocido el dulce vino de la Caridad; la
Sinagoga sólo había producido racimos silvestres. Cristo es la verdadera Viña,
como El mismo dice. Sólo El podía dar el vino que alegra el corazón del hombre
(Salmo CIII) e invitarnos a beber de ese cáliz embriagador que David había
cantado. (Salmo XXII.)
Dice María al Salvador:
"No tienen vino." Corresponde a la Madre de Dios hacerle presente las
necesidades de los hombres, de quienes es también madre. Respóndele Jesús con
aparente sequedad: "¿Mujer, qué nos importa a ti a mí? Mi hora no ha
llegado todavía." Iba a obrar en este gran Misterio, no como Hijo de
María, sino como Hijo de Dios. Más tarde, en una hora que tendrá que llegar,
aparecerá a los ojos de la misma Madre, muriendo en la cruz, con aquella
naturaleza humana recibida de ella. María comprendió inmediatamente la divina
intención de su hijo y pronunció aquellas palabras que repite sin cesar a todos
sus hijos: "Haced lo que Él os diga."
Ahora bien, había allí
seis grandes ánforas de piedra, que estaban vacías. El mundo efectivamente,
había llegado a su sexta edad, según explica San Agustín y otros doctores que
en esto le siguen. Durante esas seis edades la tierra había esperado al
Salvador que debía enseñarla y salvarla. Jesús manda llenar de agua esas
ánforas; mas, el agua no es a propósito para un banquete nupcial. Esta agua
eran las profecías y figuras del mundo antiguo, y ningún mortal hasta el
comienzo de la séptima edad en que Cristo que es la Viña debía comunicarse,
había contraído alianza con el Verbo divino.
Pero cuando llega el
Emmanuel, no hay ya mas que una palabra posible: "Sacad ahora." El
vino de la nueva Alianza, el vino que había sido guardado para el fin llena ya
todas las tinajas. Al tomar nuestra naturaleza humana, naturaleza débil como el
agua, operó Él una transformación; elevóla hasta sí mismo, haciéndonos
participantes de la naturaleza divina (II S. Pedro, I, 4); nos hizo capaces de
unirnos a él, de formar ese Cuerpo de que es Cabeza, esa Iglesia de quien es
Esposo, y a la que amó desde toda la eternidad con un amor tan ardiente, que
bajó desde el cielo para desposarse con ella.
San Mateo, Evangelista
del Hombre-Dios, recibió del Espíritu Santo la misión de anunciarnos el
misterio de la fe por medio de la Estrella; San Lucas, Evangelista del
Sacerdocio, fué elegido para enseñarnos el Misterio de la Purificación por el
Agua; correspondía al Discípulo amado revelarnos el misterio de las Bodas
divinas. Por eso, al sugerir a la Iglesia la idea de este tercer misterio, se
sirve de la siguiente expresión: Este fué el primero de los milagros de Jesús y
con él manifestó su gloría. En Belén, el Oro y el Incienso de los Magos
declararon la divinidad y la realeza ocultas en el Niño; en el Jordán, la
bajada del Espíritu Santo y la voz del Padre proclamaron hijo de Dios al
artesano de Nazaret; en Caná, Jesús obra por sí mismo y obra como Dios:
"Porque, como dice San Agustín, el que en las tinajas cambió el agua en
vino, no podía ser otro que El que anualmente realiza el mismo prodigio en la
viña." Además, desde este momento, según nota San Juan, "sus
discípulos creyeron en El" y comenzó la formación del colegio apostólico.
MISA
QUE SOLO PUEDE SER
OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN EL ACCIONAR IRREGULAR Y
ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y LEFEBVRISTAS
El Introito celebra el
gozo de este día que nos muestra a la humanidad unida como Esposa al Hijo del
Padre eterno. Imposible pensar que la tierra no se dedique en lo sucesivo a
adorar y ensalzar ese sagrado Nombre, del cual se han hecho partícipes, en el
banquete nupcial, todos los hijos de Adán.
INTROITO
Adórete, oh Dios, toda la tierra, y salmodie en tu honor:
diga un salmo a tu nombre, ¡oh, Altísimo! Salmo: Tierra toda, canta jubilosa a
Dios, di un salmo a su nombre: dale gloria y alabanza. — V. Gloria al Padre.
El Nombre de Hijo de Dios
hecho nuestro por el derecho del contrato nupcial, es la paz, nos dirá el mismo
Jesús en sus bienaventuranzas, la paz de Dios que nos hemos apropiado con el
auxilio de la gracia justificante. Por eso la paz aparece en la Colecta como el
objetivo final del gobierno divino en el cielo y en la tierra, y también como
el supremo deseo de la Iglesia.
ORACIÓN
Omnipotente y eterno
Dios, que gobiernas a un tiempo las cosas celestes y las terrenas: escucha
clemente las súplicas de tu pueblo, y concede tu paz a nuestros tiempos. Por el
Señor.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola
del Apóstol San Pablo a los Romanos. (XII, 6-16.)
Hermanos: Poseemos dones diferentes, según la gracia que
nos ha sido dada: bien (el don) de profecía, conforme a la fe; bien el de
ministerio, para ejercerlo en el ministerio; el de enseñanza para el que
enseña: el de exhortación para el que exhorta; el de simplicidad para el que
distribuye; el de solicitud para el que preside; el de alegría para el que
ejerce la misericordia. Sea vuestro amor sin disimulo; odiad el mal, apegaos al
bien; amaos mutuamente con fraternal caridad; preveníos con mutuo honor; no
seáis perezosos en el cuidado; sed fervorosos de espíritu; servid al Señor;
gozaos en la esperanza; sed sufridos en la tribulación; perseverad en la
oración; asociaos a las necesidades de los santos; seguid la hospitalidad.
Bendecid a los que os persigan; bendecid y no maldigáis. Alegráos con los que
se alegren, llorad con los que lloren. Sentid todos lo mismo; no ambicionéis
cosas altas, sino acomodáos a las humildes.
La paz que en el mundo de
los santos es la característica de los hijos de Dios, es la que crea de igual
modo la unidad de la Iglesia ya desde este mundo, pues sólo gracias a ella
forma un solo cuerpo cuyos diversos miembros mantienen su multiplicidad bajo el
influjo de la cabeza y de su jefe único, y cuyas funciones tan distintas, son
todas ellas dirigidas, dentro de su variedad, por el amor de Cristo-Esposo. La
Epístola que se nos acaba de leer no tiene más objeto que mostrarnos sometidas
al imperio de la caridad, reina de las virtudes, muchas de las aplicaciones de
esa paz esencial al cristianismo, especificar detalladamente sus formas y
condiciones y adaptar su práctica a todos los estados sociales y a todas las
circunstancias de la vida. Es tal para nuestra Santa Madre la Iglesia, la
importancia de estas consideraciones, que volverá a tomar este tema, dentro de
ocho días, el Domingo tercero después de Epifanía, continuando el texto, del
Apóstol en el lugar en que hoy lo deja.
Ahora bien, antes de
estas sagradas bodas, lejos de la vida divina y de la paz de Dios, que ellas
traen al mundo, no había en él más que división y muerte.
Cantemos en el Gradual,
el prodigio obrado, y ensalcemos al Señor con los Ángeles que no cesan de
admirarse.
GRADUAL
El Señor envió su Verbo y los sanó: y los libró de la
muerte. — V. Alaben al Señor sus misericordias: y sus maravillas con los hijos
de los hombres.
ALELUYA
Aleluya,
aleluya. — V. Alabad al Señor todos sus Ángeles: alabadle todos sus ejércitos.
Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo
Evangelio según San Juan. (II, 1-11.)
En aquel tiempo se celebraron unas bodas en Caná de
Galilea, y la Madre de Jesús estaba allí. Y fue llamado también Jesús y sus
discípulos a las bodas. Y, faltando el vino, le dijo la Madre de Jesús: No
tienen vino. Y le dijo Jesús: ¿Qué nos importa a ti y a mí, mujer? Aún no ha
llegado mi hora. Dijo su Madre a los servidores: Haced cuanto Él os diga. Y
había allí seis tinajas de piedra, dispuestas para el lavado de los judíos, en
cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Díjoles Jesús: Llenad de agua
las tinajas. Y las llenaron hasta el borde. Y díjoles Jesús: Sacad ahora y
llevad al maestresala. Y llevaron. Y, cuando el maestresala saboreó el agua
hecha vino, que no sabía de dónde procedía (peno sí lo sabían los sirvientes
que habían sacado el agua), llamó al esposo el maestresala, y le dijo: Todo
hombre pone primero el vino bueno: y cuando se han saciado, entonces presenta
el peor: mas, tú has guardado el buen vino hasta ahora. Este primer milagro
hizo Jesús en Caná de Galilea: y manifestó su gloria, y creyeron en Él sus
discípulos.
¡Oh suerte admirable la
nuestra! Dios se ha dignado, como dice el Apóstol mostrar las riquezas de su
gloria en vasos de misericordia (Rom. IX, 23.) Las tinajas de Caná, símbolos de
nuestras almas, eran cosas inanimadas y de ningún modo merecían tal honor.
Jesús manda a los criados que las llenen de agua; y el agua sirve para
purificarlas; pero no cree haber concluido hasta que las ve llenas hasta arriba
de aquel vino nuevo y celestial, que sólo en el reino de su Padre debía
beberse. De modo semejante se nos comunica a nosotros la caridad divina, que
reside en el Sacramento del amor; para no defraudar a su gloria, antes de
desposarse con ellas, el divino Emmanuel eleva hasta sí nuestras almas.
Dispongámonos, pues, para esta unión y según el consejo del Apóstol, hagámonos
semejantes a la Virgen pura que está destinada a un Esposo inmaculado. (II,
Cor. XI.)
Al Ofertorio, la Iglesia
vuelve a entonar sus cánticos de alegría, dando libre curso a su santo gozo, e
invitando a todas las almas fieles a celebrar con ella el misterio adorable de
la unión íntima del hombre con Dios.
OFERTORIO
Tierra toda, canta jubilosa al Señor: cantad un salmo a
su nombre: venid y escuchad todos los que teméis a Dios, y os contaré cuán
grandes cosas ha hecho el Señor a mi alma, aleluya.
SECRETA
Santifica, Señor, estos
dones ofrecidos: y purifícanos de las manchas de nuestros pecados. Por el Señor.
El milagro de la mutación
del agua en vino que la Iglesia recuerda una vez más en la antífona de la
Comunión, no era más que una lejana figura de la maravillosa trasformación que
acaba de realizarse en el altar, un símbolo del divino Sacramento, manjar de
nuestras almas, en el cual se opera de un modo inefable nuestra unión con Dios.
COMUNIÓN. — REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL,
VERDADERA COMUNIÓN [1]
Dice el Señor: Llenad de
agua las tinajas, y llevad al maestresala. Cuando el maestresala saboreó el
agua hecha vino, dijo al esposo: Has guardado el buen vino hasta ahora.
Este primer milagro hizo
Jesús delante de sus discípulos.
POSCOMUNIÓN
Suplicámoste,
Señor, se acreciente en nosotros la obra de tu poder, para que, alimentados con
los divinos Sacramentos, nos preparemos, con tu favor, a, conseguir sus
promesas. Por
el Señor.
—
DOM PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico, Primera Edición Española Traducida Y
Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos Por Los Monjes De Santo Domingo De
Silos.
NIHIL
OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S. H. Censor ordinis.
IMPRIMATVR:
P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos,
die 7.I.1953
[1] COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292
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