DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA
DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA
VOCACIÓN DE ABRAHÁN
La vocación de Abrahán es
el asunto que a nuestra consideración ofrece hoy la Iglesia. Cuando las aguas
del diluvio se retiraron y el linaje humano cubrió de nuevo el haz de la
tierra, volvió a reaparecer la corrupción de las costumbres entre los hombres y
la idolatría vino a colmar tamaños desórdenes. Previendo el Señor en su divina
sabiduría la defección de los pueblos resolvió formarse una nación que le sería
especialmente consagrada; en ella se conservarían las verdades sagradas
destinadas a desaparecer entre los gentiles. Ese nuevo pueblo había de comenzar
por un solo hombre; padre y tipo de los creyentes. Abrahán lleno de fe y
obediencia al Señor, estaba destinado a ser el padre de los hijos de Dios,
cabeza de esa espiritual generación a que pertenecieron y continuaron
perteneciendo hasta el fin de los siglos, todos los elegidos, tanto del pueblo
antiguo, como de la Iglesia cristiana. Debemos, pues, conocer a Abrahán, cabeza
y modelo nuestro. Resúmese toda su vida en la fidelidad a Dios, sumisión a sus mandatos,
abandono y sacrificio de todas las cosas para obedecer a la santa voluntad de
Dios. Es el distintivo del cristiano. Apresurémonos a sacar en la vida de este
gran hombre todas las enseñanzas que en provecho nuestro encierran.
El texto del Génesis que
a continuación damos servirá de base a cuanto hemos de decir sobre Abrahán. Lo
lee hoy la Santa Madre Iglesia en el oficio de maitines.
GENESIS (XII, 1-9)
Dijo Yavé a Abrahán:
"Salte de tu tierra,
de tu parentela,
de la casa de tu padre,
para la tierra que yo te
indicaré;
Yo te haré un gran
pueblo,
te bendeciré y
engrandeceré tu nombre,
que será bendición.
Y bendeciré a los que te
bendigan.
Y maldeciré a los que te
maldigan.
Y serán bendecidas en ti
todas las naciones de la tierra."
Fuese Abrahán conforme le
había dicho Yavé, llevando consigo a Lot. Al salir de Jarán, era Abrahán de
setenta y cinco años. Tomó, pues, Abrahán a Sara, su mujer, y a Lot, su
sobrino, y toda su familia y la hacienda y ganados que en Jarán habían adquirido.
Salieron para dirigirse a la tierra de Canán, y llegaron a ella. Penetró en
ella Abrahán, hasta el lugar de Siquén hasta el encinar de Moreh. Entonces
estaban los cananeos en aquella tierra. Y se le apareció Yavé a Abrahán:
"A tu descendencia daré yo esta tierra." Alzó allí un altar a Yavé
que se le había aparecido, y saliendo hacia el monte que está frente a Betel,
asentó allí sus tiendas, teniendo a Betel al Occidente y a Hai al Oriente, y
alzó allí un altar a Yavé e invocó el nombre de Yavé.
SANTIDAD DE ABRAHÁN
¿Qué imagen más viva
podría ofrecernos del discípulo de Cristo que la de este Patriarca tan dócil y
generoso en seguir la voz de Dios? Con qué admiración hemos de exclamar
repitiendo los elogios que le consagran los Santos Padres: "¡Oh varón
verdaderamente cristiano antes de la venida de Cristo, hombre evangélico antes
del Evangelio, hombre apostólico antes de los Apóstoles!" A la invitación
del Señor lo deja todo, patria, familia, casa paterna, y se dirige a región
desconocida. Bástale que Dios le guíe; se siente seguro y no echa mirada atrás.
¿Hicieron, por ventura, más los Apóstoles? Y parad mientes en el galardón: En
él serán benditas todas las familias de la tierra; este caldeo lleva en sus
venas la sangre que ha de salvar al mundo. Morirá, no obstante, antes de ver
que llega el día en que uno de su descendencia rescate todas las generaciones
pasadas, presentes y futuras. Un día se abrirá el cielo para dar paso al
Redentor. Mientras tanto, nuestros primeros padres y Noé, Moisés, David, todos
los justos irán a descansar al seno de Abrahán[1] preparación o antesala de la
eterna bienaventuranza. Así recompensa Dios el amor y la fidelidad de su
creatura.
DESCENDENCIA ESPIRITUAL
DE ABRAHÁN
Cuando llegó la plenitud
de los tiempos, el Hijo de Dios, hijo de Abrahán, anunció el poder de su Padre
que se disponía a producir una nueva raza de hijos de Abrahán de las piedras
mismas de la gentilidad. Nosotros cristianos somos esa nueva generación; pero
¿somos dignos de nuestro padre? Oigamos lo que nos dice el Apóstol de las
gentes: "Lleno de fe, Abrahán, obedeció al Señor y salió sin tardanza para
llegar al sitio que sería su herencia y se puso en camino sin saber a donde
iba. Lleno de fe habita en la tierra que le había sido prometida, como si le fuera
extraña, viviendo en tiendas como Isaac y Jacob, los coherederos de la promesa,
porque aguardaba aquella ciudad cuyos cimientos tiene por autor y arquitecto a
Dios mismo'".
Si somos, pues, hijos de
Abrahán, debemos considerarnos en este tiempo de Septuagésima como viandantes
sobre la tierra, y vivir ya por la esperanza y el amor en esa única patria de
la que estamos desterrados; a ella nos vamos acercando de día en día, si, a
ejemplo de Abrahán, somos fieles en ocupar las varias estaciones designadas por
el Señor. Quiere Dios "usemos de este mundo como si no le
usásemos"[2]. "No tenemos aquí ciudad permanente"[3], desgracia
suprema sería olvidar que la muerte ha de separarnos de todo lo transitorio.
LOS PLACERES Y LA VIDA
CRISTIANA
¡Cuán lejos viven de ser
verdaderos hijos de Abrahán esos cristianos que hoy y los días siguientes se
entregan a la intemperancia y disipación culpable bajo pretexto de que la santa
Cuaresma, se va a inaugurar presto! Naturalmente se explica, cómo las ingenuas
costumbres de nuestros padres pudieron conciliar con la gravedad cristiana ese
adiós a una vida más suave que la Cuaresma venía a interrumpir, lo propio que
los goces alegres del convite en la solemnidad de Pascua, venían a comprobar la
estricta observancia de las prescripciones de la Iglesia. Tal conciliación es
siempre posible, es natural. Pero acontece con frecuencia que este pensamiento
cristiano de los austeros deberes, se eclipsa ante las seducciones de la
naturaleza depravada; la intención primordial de esos domésticos goces ¿no
acabó por no ser más que un recuerdo? Nada tienen que ver con las alegrías
toleradas por la Iglesia en sus hijos, tantos profanos para quienes los días de
Cuaresma no se cierran con la recepción de los Sacramentos. Y los que se
apresuran a solicitar dispensas para esquivar más o menos lealmente la
obligación de las leyes de la Iglesia, ¿qué derecho tienen a festejar los días
de Carnaval antes de emprender la carrera de la santa Cuaresma, los que lejos
de aligerar en ella el peso de los pecados, se quedarán más que nunca atollados
en su lodo?
Quiera Dios dejar de
enmarañarse las almas en la tela vil de vanas ilusiones. De ansiar se recobren
la santa libertad de los hijos de Dios, libertados de los funestos lazos de
carne y sangre; es lo que acabadamente entroniza al hombre sobre el pedestal de
su primera dignidad. No debiéramos olvidar que vivimos en días tristes, en que
la Iglesia excluye los tradicionales cantos de alegría; días en que a todas
luces pretende sintamos toda la miseria insoportable de la profana Babilonia
que sobre nosotros pesa, quiere se vigorice en nosotros el espíritu cristiano
que tiende malamente a amortiguarse.
Si, los deberes o
imperiosas, por no decir tiránicas conveniencias, arrastran estos días a los
discípulos de Cristo y los envuelven en el torbellino de los placeres mundanos,
breguen a lo menos por conservar un corazón recto y empapado muy de veras en
las máximas del Evangelio. Canten al Señor en su corazón, cuando halaguen sus
oídos los acordes de la música profana; a imitación de la incomparable virgen
Cecilia, en análoga circunstancia digan con fervor a Jesucristo:
"Consérvanos puros, Señor, y nada empañe la santidad inmaculada y la
dignidad que debe en todo tiempo autorizar nuestras personas." Deben
evitar con sumo cuidado las danzas libertinas, donde suele naufragar el pudor,
pues serán materia de terribilísimo juicio contra los que las organizan y dan
pábulo. Tengan finalmente presentes a su atenta consideración las graves
reflexiones que trae a este propósito San Francisco de Sales, diciendo: "A
tiempo que loca embriaguez de mundanos pasatiempos parecía haber suspendido
todo otro sentimiento que el del fútil placer, frecuentemente peligroso,
innumerables almas arden sin tregua en el fuego del infierno, por pecados
cometidos en semejantes fiestas, o con ocasión de ellas; muchos religiosos de
uno y otro sexo y demás gentes devotas, interrumpen el dulce sueño y se postran
entonces mismo delante del Dios de la Majestad, cantando sus alabanzas e implorando
sobre ti su misericordia sin medida; millares de almas se despedían de este
suelo entre congojas de pavorosa agonía y espeluznante miseria en mísero lecho;
Dios y sus Ángeles te contemplan atentamente desde los altos cielos; en fin, se
deslizaba, corría el tiempo y la muerte aceleraba hacia ti sus pasos que no
pueden volver atrás"[4].
ADORACIÓN DE LAS XL HORAS
Parece justo, que los
tres últimos días precedentes a los rigores de la Cuaresma no trascurran sin
aportar algún sustancioso alimento con que saciar el hambre de emociones que
espolea a tantas almas. La Iglesia en su maternal previsión ha pensado en
remediar esta necesidad, no con frívolos pasatiempos y satisfacciones de
nuestra vanidad. A los que todavía alienta el espíritu de fe, tiene aparejada
una gran diversión a la par que medio poderosísimo para aplacar la cólera de
Dios, exacerbada por los desatinos que estos días cometen los mundanos. Durante
estos tres días se manifiesta solemnemente en el altar el Cordero inocente. De
lo alto de ese su trono de misericordia recibe los honores y sumisión de
cuantos quieren rendirle pleitesía; acepta las demostraciones de sincero
arrepentimiento de cuantos se muestran a sus plantas pesarosos de haber seguido
el señuelo del enemigo; y Él se ofrece al Padre Eterno en pro de los pecadores
que, no contentos con olvidar los pasados beneficios, se determinan, al
parecer, a ultrajarle en estos días con más descaro que en el resto de todo el
año.
La feliz idea de ofrecer
un homenaje a la Majestad soberana en satisfacción de las ofensas que los
pecadores multiplican estos días de Carnaval, y la piadosa industria de oponer
a la vista del Señor irritado a su propio Hijo, mediador entre el cielo y la
tierra, se le ocurrió por vez primera en el siglo XVI al cardenal Gabriel
Paleotti, Arzobispo de Bolonia, contemporáneo de S. Carios Borromeo y émulo de
su celo pastoral. Este, a su vez, introdujo en su archidiócesis y provincia tan
saludable costumbre Próspero Lambertiní en el siglo XVIII, puso empeño en hacer
revivir la institución de su predecesor Paleotti, y estimuló la devoción al
Santísimo Sacramento en su grey estos días de Carnaval; sublimado después a la
cátedra de S. Pedro, con el nombre de Benedicto XIV, desparramó a manos llenas
los tesoros de indulgencias a favor de los fieles que en los días susodichos,
visiten a Nuestro Señor en el Sacramento de su amor e imploren el perdón en pro
de los pecadores. Instituida la piadosa práctica comúnmente apellidada
"Las cuarenta Horas" exclusivamente en las iglesias de los Estados
Pontificios, extendióla al orbe entero en 1765 el Papa Clemente XIII, y desde
aquel entonces llegó a ser una de las más espléndidas manifestaciones de la
piedad católica. Asociémonos verdaderamente a tan edificantes homenajes.
Hagamos por sustraernos, como Abrahán, a las profanas influencias que nos
asedian y busquemos al Señor Dios nuestro; demos de mano siquiera por breves
instantes, a las distracciones mundanas, y alleguémonos al Señor para merecer
la gracia de presenciar, sin menoscabo de nuestra alma, los espectáculos
inevitables[5].
MISTERIOS DE ESTE DÍA
Consideremos ahora la
serie de misterios del Domingo de Quincuagésima. El paso del Evangelio contiene
la predicción hecha por el Salvador a sus Apóstoles de la pasión que bien
pronto iba a sufrir en Jerusalén. Tan solemne anuncio es el preludio de las
lúgubres escenas de Semana Santa; recibamos dicha nueva con viva emoción y
agradecimiento sincero de nuestros corazones, y los decida a ponerse a la
disposición de Dios como estuvo el corazón de Abrahán. Los liturgistas antiguos
han señalado en la curación del ciego de Jericó, un símbolo de la ceguera de
los pecadores; recobró la vista el ciego, porque reconoció su mal, y deseaba
ver; idéntico deseo anhela la Iglesia de nosotros; manifestémoslo y seremos
satisfechos.
MISA
QUE SOLO PUEDE SER
OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN EL ACCIONAR IRREGULAR Y
ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y LEFEBVRISTAS
La estación se celebra en
la basílica de S. Pedro del Vaticano. Parece se escogió cuando todavía se leía
en este domingo el relato de la ley dada por Moisés. Este Patriarca era
considerado por los primeros cristianos de Roma como el tipo o figura de S. Pedro.
Cuando la Iglesia estableció hoy la consideración del misterio de la vocación
de Abrahán reservando hasta ya entrada la Cuaresma la lectura del Exodo, quedó
no obstante fija la estación romana en la basílica del Príncipe de los
Apóstoles, figurado también por Abrahán en su cabida de Padre de lo creyentes.
El Introito nos muestra
los sentimientos del ciego abandonado que implora la compasión del Redentor
quien se dignará ser su guía y su anfitrión.
INTROITO
Sé para mí un Dios protector y un lugar de refugio, para
que me salves: porque tú eres mi sostén, y mi seguridad: y por tu nombre serás
mi caudillo, y me nutrirás. — Salmo: En ti, Señor, he esperado, no sea
confundido para siempre: líbrame en tu justicia, y sálvame. V. Gloria al Padre.
COLECTA
Suplicámoste, Señor, escuches clemente nuestros ruegos:
y, libres de los lazos de los pecados, defiéndenos de toda adversidad. Por el
Señor.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola
del Apóstol S. Pablo a los Corintios.
Hermanos: Si hablara las lenguas de los hombres y de los
Ángeles, pero no tuviera caridad, sería como un bronce sonoro, o como una
campana que retiñe. Y si tuviera el don de profecía, y conociera todos los
misterios y toda la ciencia; y si tuviera tal fe, que trasladara los montes,
pero no tuviera caridad, no sería nada. Y si distribuyera todos mis bienes para
dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo, para ser quemado, pero no
tuviera caridad, de nada me serviría. La caridad es paciente, es benigna: la
caridad no es ambiciosa, no busca sus cosas, no se irrita, no piensa mal, no se
alegra de la iniquidad, sino que goza con la verdad: todo lo sufre, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo aguanta. La caridad no desaparece nunca, aunque
pasen las profecías, aunque cesen las lenguas, aunque se destruya la ciencia.
Porque ahora conocemos sólo en parte, y en parte profetizamos; mas, cuando
llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando era niño, hablaba como
niño, juzgaba como niño, pensaba como niño. Mas, cuando me hice hombre,
abandoné las cosas de niño. Ahora vemos por espejo, en obscuridad; pero
entonces (veremos) cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré
como soy conocido. Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y la
caridad: la mayor de ellas es la caridad.
ELOGIO DE LA CARIDAD
La Iglesia nos manda
leamos hoy el estupendo panegírico de la caridad escrito por San Pablo. Esta
virtud, que en sí encierra el amor de Dios y del prójimo, es la luz de nuestras
almas; si éstas carecen de ella, viven en tinieblas y cuanto hagan es estéril.
El poder mismo de hacer milagros no es capaz de asegurar la salvación a quien
no tiene Caridad; sin ella, las obras más heroicas en apariencia, no son más
que un lazo más. Pidamos al Señor esta divina luz; por mucho que aquí nos lo
conceda en su bondad, nos la guarda sin medida en la eternidad. El día más
espléndido de que podemos gozar en este mundo, es tiniebla espesa comparado con
los resplandores eternos. La fe se eclipsará ante la realidad contemplada para
siempre; la esperanza no tendrá razón de ser en cuanto entremos en posesión de
lo esperado. Sólo el amor reinará y tal es el motivo de su preeminencia sobre
las otras dos virtudes teologales. He aquí bien destacado el destino del hombre
redimido y alumbrado por Cristo; ¿habrá, por tanto, motivo de asombrarse, que
deje todo el hombre para seguir a tal caudillo? Pero... cristianos bautizados
en esta fe, en esta esperanza, y con primacías de este amor tan celebrado por
S. Pablo, se precipitan estos días en desórdenes groseros, por refinados que
pretendan mostrárnoslos a veces. Se diría que pretenden los tales extinguir en
sí mismos hasta el último fulgor de la luz divina, en conjura manifiesta con
las tinieblas. La Caridad, si en nosotros impera, debe hacernos sensibles al
ultraje que a Dios hacen, y movernos a solicitar para esos ciegos, hermanos
nuestros, la misericordia del Señor. En el Gradual y el Tracto, celebra la
Iglesia las bondades del Señor para con sus elegidos. Los libró del pesado yugo
del mundo, ilustrándolos con su luz; son su pueblo y ovejas de su rebaño.
GRADUAL
Tú eres el único Dios que hace maravillas: hiciste
notorio entre las gentes tu poder. V. Libraste con brazo fuerte a tu pueblo, a
los hijos de Israel y de José.
TRACTO
Tierra toda, canta jubilosa a Dios: servid al Señor con
alegría. V/. Presentaos ante El con regocijo: sabed que el Señor es el mismo
Dios. V/. Él nos hizo, y no nosotros misinos: somos su pueblo, y las ovejas del
su pasto.
EVANGELIO
Continuación del santo
Evangelio según San Lucas.
En aquel tiempo tomó
Jesús a los Doce, y les dijo: He aquí que subimos a Jerusalén, y se cumplirán
todas las cosas que han sido escritas por los Profetas acerca del Hijo del
hombre. Porque será entregado a los gentiles, y escarnecido, y flagelado, y
escupido: y, después de flagelarle, le matarán, y al tercer día resucitará. Y
ellos no entendieron nada de esto, y estas palabras fueron para ellos un
enigma, y no comprendían lo que se les decía. Y sucedió que, al acercarse a
Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino, mendigando. Y, cuando oyó a la
turba que pasaba, preguntó qué era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús el
Nazareno. Y clamó, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. Y los que
iban delante, le increpaban para que callase. Pero él gritaba con más fuerza:
Hijo de David, ten piedad de mí. Y, parándose Jesús, mandó que se lo trajesen.
Y, habiéndose acercado, le interrogó, diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él
dijo: Señor, que vea. Y Jesús le dijo: Ve; tu fe te ha salvado. Y al punto vio;
y le siguió, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
CEGUERA Y LUZ
ESPIRITUALES
La voz de Cristo
anunciando su Pasión acaba de resonar; recibieron los Apóstoles esta
confidencia de su Maestro y no la entendieron. Están aun sobradamente imbuidos
en los prejuicios de su pueblo en contra de los sufrimientos del Mesías, para
darse cuenta cabal de la misión del Salvador; menos mal que no le abandonaron
sino que le están adictos y le siguen. Adoremos amorosos la misericordia
divina; nos ha sacado como a Abrahán del medio de un pueblo abandonado. Sigamos
el ejemplo del ciego de Jericó, clamemos al Señor se digne iluminarnos más y
más: "Señor, haz que yo vea"; esta era su oración. Dios nos ha otorgado
su luz; pero de poco nos serviría si no despertara en nosotros ansias de ser
siempre más. Prometió a Abrahán enseñarle el lugar que le tenía preparado;
dígnese así mismo hacernos ver esa tierra de los vivos. Antes, empero,
roguémosle se nos muestre a nosotros, conforme al hermoso pensamiento de S.
Agustín, para que le amemos y nos abra los ojos y nos conozcamos para que
dejemos de amarnos.
Mientras se desarrolla el
Ofertorio, pide la Iglesia a favor de sus hijos el conocimiento de la ley de
Dios, verdadera luz de vida y quiere aprendan nuestros labios a pronunciar su
doctrina y los divinos mandamientos.
OFERTORIO
Bendito eres, Señor: enséñame tus preceptos: con mis
labios he contado todos los juicios de tu boca.
SECRETA
Suplicámoste, Señor, hagas que esta Hostia purifique
nuestros pecados y santifique los cuerpos y las almas de tus siervos, para
poder celebrar este Sacrificio, Por el Señor,
La antífona de la
Comunión nos trae a la memoria el maná dado en el desierto a la raza de
Abrahán. Ese alimento, sin embargo, aunque caído de lo alto, no les libró de la
muerte. El Pan de vida, en cambio, que bajó del cielo, asienta las almas en la
luz eterna, y quien dignamente le come, no morirá.
COMUNIÓN. — REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL,
VERDADERA COMUNIÓN [01]
Comieron, y se saciaron,
y el Señor satisfizo sus deseos: no quedaron defraudados en sus anhelos.
POSCOMUNIÓN
Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que
hemos recibido estos celestiales alimentos, seamos defendidos por ellos contra
toda adversidad. Por el Señor.
—DOM PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico,
Primera Edición Española Traducida Y Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos
Por Los Monjes De Santo Domingo De Silos.
NIHIL OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S.
H. Censor ordinis.
IMPRIMATVR: P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas
Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos, die 7.I.1953
Notas
[1] COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA
COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292
[1] Heb., XI, 8.
[2] I Cor.. VII, 31.
[3] Heb. XIII, 14.
[4] Introducción a la
vida devota, III parte, cap. XXXIII.
[5] S. Felipe Neri
instituyó en Roma procesiones, reemplazadas luego por las preces de las
Cuarenta Horas que hoy tenemos.
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