CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA
CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA
CUARTO DOMINGO DESPUES DE PASCUA
LA INSTITUCIÓN DE LOS SACRAMENTOS.— Hemos visto a
Jesús constituir su Iglesia y poner en manos de los apóstoles el depósito de
verdades que serán objeto de nuestra fe. Hay otra obra no menos importante para
el mundo, en la que pone sus cuidados durante este último período de su
permanencia sobre la tierra: es la institución
definitiva de los Sacramentos. No basta creer; es necesario también que nos
santifiquemos es decir nos
hagamos conformes a la santidad de Dios; es
necesario que la gracia, fruto de la redención, descienda a nosotros, se incorpore a nosotros,
para que llegando a ser los miembros vivos de nuestro divino Jefe, podamos ser
coherederos de su reino. Así pues, por medio de los sacramentos Jesús obrará en
nosotros esta maravilla de
la justificación, aplicándonos los méritos de su Encarnación y de su Sacrificio
por los medios que El ha decretado en su poder y en su sabiduría.
FUENTES Y
CANALES DE LA GRACIA. — Como soberano señor de la gracia es libre de
determinar las fuentes por las que la hará descender sobre nosotros; a nosotros
nos toca conformarnos a su voluntad. Cada uno de los Sacramentos será, pues,
una ley de su religión, de manera que el hombre no podrá pretender recibir los
efectos que el Sacramento está destinado a producir si desdeña o retarda
cumplir las condiciones según las cuales opera. Admirable economía que concilia en un mismo
acto, la humilde sumisión del hombre con la más pródiga largueza de la munificencia
divina. Hemos mostrado hace algunos días, cómo la Iglesia, sociedad espiritual
era al mismo tiempo una sociedad visible y exterior, ya que el hombre a la que está
destinada está compuesto de cuerpo y alma. Jesús, al instituir sus Sacramentos, asigna a
cada uno su rito esencial; y este rito es exterior y sensible. El Verbo, al
tomar carne, ha hecho de ella, en su Pasión sobre la cruz, el instrumento de
nuestra salvación: por la sangre de sus venas nos ha rescatado; prosiguiendo este plan
toma los elementos de la naturaleza física
como auxiliares en la obra de nuestra justificación. Los eleva al estado sobrenatural y les
hace conductores fieles y omnipotentes de su
gracia hasta lo más íntimo de nuestras almas. De
este modo se aplicará hasta sus últimas consecuencias el misterio de la Encarnación, que ha tenido como fin elevarnos, por las
cosas visibles, al conocimiento y a la posesión
de las invisibles. De este modo es quebrantado
el orgullo de Satanás, que despreciaba la criatura humana, porque el elemento
material se unía en ella a la grandeza espiritual, y que rehusó para su eterna
desdicha, doblar la rodilla ante el Verbo
hecho carne. Al mismo tiempo, los sacramentos, siendo signos sensibles,
formaron un nuevo lazo entre los miembros de la Iglesia ya unidos entre sí por
la sumisión a Pedro y a los Pastores que él envía,
y por la confesión de una misma fe. El Espíritu
Santo nos dice en las Santas Escrituras que "el lazo triple difícilmente
se rompe'"; por tanto así es este que nos liga a la gloriosa unidad de la
Iglesia: Jerarquía, Dogma y Sacramentos, todo
contribuye a hacer de nosotros un solo cuerpo. Del septentrión al mediodía, de
oriente a occidente, los Sacramentos proclaman la fraternidad
de los cristianos; son en todos los lugares su señal de
reconocimiento y el distintivo que les designa a los ojos de los infieles. Por
este fin estos
Sacramentos son idénticos para todas las razas
bautizadas, cualquiera que sea la variedad de fórmulas litúrgicas que acompañan
su administración; por doquier el fondo es el mismo y se produce la misma
gracia bajo los mismos signos esenciales.
EL SEPTENARIO SAGRADO. — Jesús resucitado escoge siete para el número de sus sacramentos. Sabiduría eterna del Padre, nos revela en el Antiguo Testamento, que se construirá una casa, que es la Santa Iglesia, y añade que la cimentará sobre siete columnas'. Esta Iglesia la simboliza ya en el tabernáculo de Moisés y ordena que un candelabro de siete brazos cargados de flores y de frutos, ilumine día y noche el Santuario. Si arrebata al cielo en éxtasis a su discípulo amado es para mostrarse a él rodeado de siete candelabros y teniendo siete estrellas en su mano. ¡Si se manifiesta con las apariencias de Cordero vencedor, este Cordero tiene siete cuernos, símbolo de su fuerza, y siete ojos que indican la amplitud infinita de su ciencia. Cerca de él está el libro que contiene los destinos del género humano, y este libro está sellado con siete sellos que el Cordero sólo puede levantar ante el trono de la Majestad divina el discípulo ve siete Espíritus bienaventurados resplandecientes como siete lámparas, atentos a las menores órdenes de Dios, y prestos a llevar su palabra hasta los últimos límites de la creación.
LOS SIETE PECADOS CAPITALES. — Si ahora no s volvemos hacia el
reino de las tinieblas vemos al espíritu del mal ocupado en remedar la obra
divina y usurpando el número siete para mancillarle
consagrándole al mal. Siete pecados capitales
son el instrumento de su victoria sobre el hombre; y el Señor nos ha advertido
que cuando Satanás en su furor se lance sobre un alma, toma con él siete
espíritus de los más perversos del abismo. Sabemos que Magdalena, afortunada pecadora, no
recobró la vida del alma sino después que el Salvador hubo expulsado de ella
siete demonios. Esta
provocación del espíritu del orgullo forzará a la
cólera divina, cuando caiga sobre el mundo
pecador, a imprimir el número siete hasta sus justicias. San Juan nos enseña
que siete trompetas, tocadas por siete Ángeles, anunciarán las convulsiones
sucesivas de la raza humana y que
otros siete Ángeles verterán sucesivamente sobre la tierra pecadora siete copas colmadas de
la cólera de Dios. Nosotros, pues, que queremos ser salvos y gozar de la gracia
en este mundo y en la otra de la visión de nuestro Maestro resucitado, acojamos
con respeto y reconocimiento el Septenario misericordioso
de sus Sacramentos. En este número sagrado ha
sabido encerrar todas las formas de su gracia. Sea que él vele en su bondad
para hacernos pasar de la muerte a la vida, por el bautismo y la penitencia;
sea que se aplique a sostener en nosotros la vida sobrenatural y a consolarnos
en nuestras pruebas, por la Confirmación, la
Eucaristía y la Extrema-Unción; sea en fin que provea al ministerio de su
Iglesia y a su propagación por el Orden y el Matrimonio: no se encontrará una
necesidad del alma, una indigencia de la
sociedad cristiana, que no haya llenado por medio de las siete fuentes de la regeneración y de
la vida que tiene abiertas para nosotros y que no cesa de hacer correr sobre
nuestras almas. Las Iglesias de Oriente, separadas de la unidad católica después de
tantos siglos, confiesan con nosotros el septenario sacramental; y el protestantismo, al
poner sobre este número su mano pecadora, ha demostrado con esto, como en todas sus otras
reformas pretendidas, que le falta el sentido cristiano. primeramente, la humilde sumisión del fiel;
cuando ella se aplica al alma, su magnificencia y su eficacidad divina se revelan, entonces
nosotros comprendemos, porque hemos creído. Credite et intellígetis.
EL
BAUTISMO. — Hoy, consagramos nuestra admiración
y nuestro reconocimiento al primero de los Sacramentos, al bautismo. El tiempo
pascual
nos le presenta en toda su gloria. Le hemos visto en el Sábado Santo, colmando
los votos del feliz catecúmeno y alumbrando para la patria celestial a pueblos
enteros. Pero este misterio había
tenido su preparación... En la fiesta de Epifanía
adoramos a Emmanuel descendiendo sobre las aguas del Jordán y comunicando al
elemento por el contacto de su carne, la virtud de purificar
todas las máculas del alma. El Espíritu Santo
viene a descansar sobre la cabeza del Dios-Hombre y a fecundar con su influjo divino el elemento
regenerador, mientras que la voz del Padre
celestial resonaba en la nube, anunciando la adopción que él se dignaría hacer
de los bautizados,
en, su Hijo Jesús, objeto de su eterna complacencia. Durante su vida mortal, el
Redentor se explica
ya delante de un doctor de la ley sobre sus misteriosas intenciones:
"Aquel —dice—que no fuere regenerado en el agua y en el Espíritu Santo no
podrá entrar en el reino de Dios'". Según
su costumbre casi constante, anuncia lo que debe hacer en el futuro, pero
todavía no lo cumple;
nosotros solamente sabemos que no habiendo
sido puro nuestro primer nacimiento, El nos prepara uno segundo que será santo
y del que el agua será el instrumento. Pero en estos días ha llegado el momento
en el que va a declarar el poder que ha dado a las aguas de producir la
adopción proyectada por el Padre. Dirigiéndose a sus Apóstoles les dice con la
majestad de un rey que promulga la ley fundamental
de su imperio: "Id, enseñad a todas las naciones; bautizadlas en el nombre
del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo'". La salvación
por las aguas, con la invocación de la Santísima
Trinidad, tal es el beneficio capital que anuncia al mundo; porque dice
también: "El que creyere y fuere bautizado se salvará". Revelación
llena de misericordia para con la raza humana;
inauguración de los sacramentos por la declaración del primero, de aquel que
según la expresión de los Padres, es la puerta de todos los demás. Saludemos
con amor, este augusto misterio nosotros que le debemos la vida de nuestras almas,
con el sello eterno y misterioso que hace de nosotros los miembros de Jesús.
San Luis, bautizado en la desconocida pila de Poissy, se complacía en firmar
Luis de Poissy, considerando
la fuente bautismal como una madre que la había engendrado a la vida celestial,
y olvidando
su origen real para no acordarse más que de el de hijo de Dios. Nuestros
sentimientos deben
ser los mismos que los de este santo rey. Pero admiremos la condescendencia de
Jesús resucitado, cuando instituyó el más indispensable
de los sacramentos. La materia que escogió es la más común; la más fácil de
encontrar. El pan, el vino, el aceite de oliva, no se encuentran siempre en
todas las partes de la tierra; el agua corre por doquier; la providencia de
Dios la ha multiplicado bajo todas las formas, para que el día señalado, la
fuente de regeneración estuviese
al alcance en todas partes para el hombre pecador.
Sus demás Sacramentos el Salvador se los ha confiado al sacerdocio, el cual
sólo tiene poder para administrarlos; no ocurre lo mismo con el bautismo. Todo
fiel puede ser el ministro sin distinción
de sexo ni de condición. Más aún, todo hombre, aunque no sea miembro de la
Iglesia cristiana, puede conferir a su semejante, por medio
del agua y la invocación de la Santa Trinidad,
la gracia bautismal que no posee él con la única condición, de querer cumplir
seriamente en este acto lo que hace la Iglesia, cuando ella administra el
sacramento del Bautismo. Y más aún. Puede faltar este ministro del sacramento
al hombre que va a morir; la eternidad
se va a abrir para él sin que la mano de otro se levante para derramar sobre su
cabeza el agua purificadora; el autor divino de la regeneración de las almas no le abandona en este momento supremo. Que
rinda homenaje al santo
Bautismo, que le desee con todo el ardor de su alma, que entre en los
sentimientos de una compunción sincera y de un verdadero amor; después si
muere: la puerta del cielo se le ha abierto por el bautismo de deseo. Pero el
niño que aún no tiene uso de razón y que la muerte va a segar en algunas horas
¿ha quedado olvidado en esta munificencia general? Jesús ha dicho: "Aquel
que creyere y fuere bautizado
se salvará, entonces ¿Cómo obtendrá la salvación este ser débil que va a
extinguirse, cargado con la falta original e incapaz de la fe? Tranquilizaos.
El poder del bautismo se extiende
hasta él. La fe de la Iglesia —que le quiere por hijo— le va a ser imputada; que
se derrame el agua sobre su cabeza en nombre de las tres divinas
personas, y será cristiano para siempre. Bautizado en la fe de la Iglesia, esta
fe es ahora
personal en él, con la esperanza y la caridad; el agua sacramental ha producido
esta maravilla.
Que expire ahora: el reino de los cielos es para él. Tales son, oh Redentor los
prodigios que operas
en el primero de tus sacramentos, por el efecto de esta voluntad sincera que
tienes de la salvación de todos; de manera que aquellos en quienes esta
voluntad no se realiza, no se excluyen
de la gracia de la regeneración sino d resultas
del pecado cometido anteriormente, pe[cado
que tu eterna justicia no te permite prevenir
siempre en sí mismo, o reparar en sus consecuencias.
Pero tu misericordia viene en su ayuda;
ella tiende sus redes e innumerables justos caen en ellas. El agua santa corre
hasta sobre la frente del niño que agoniza entre los brazos de una madre pagana
y los ángeles abren sus coros para recibirle. Ante tantas maravillas, sólo
nos queda exclamar con el Salmista: "Nosotros que poseemos la vida
bendigamos al Señor." El cuarto domingo después de Pascua se llama en la
Iglesia griega el Domingo de la Samaritana,
porque se lee el pasaje del Evangelio en que se refiere la conversión de esta
mujer. La Iglesia Romana comienza hoy en el Oficio de la noche la lectura de
las Epístolas Canónicas,
que se continúan hasta la fiesta de Pentecostés.
MISA
QUE SOLO PUEDE SER OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN
EL ACCIONAR IRREGULAR Y ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y
LEFEBVRISTAS
La Iglesia
adoptando en el Introito uno de los más bellos cánticos del Salmista celebra
con entusiasmo los beneficios que el Señor ha derra[1]mado
sobre ella, convocando a todas las nacio[1]nes
a reconocer sus grandezas, a recibir la efu[1]sión
de la santidad de quien es la fuente, la salud de aquél que ha llamado a todos
los hombres.
INTROITO
La tierra
está llena de la misericordia del Señor, aleluya: por la palabra del Señor
fueron hechos los cielos, aleluya, aleluya. — Salmo: Alegraos, justos, en el
Señor: a los rectos conviene la alabanza. T. Gloria al Padre. La Santa Iglesia
en la Colecta, pide para sus hijos la gracia de una santa alegría; pues tal es
el sentimiento que conviene al Tiempo pascual. Debemos regocijarnos por haber
sido librados de la muerte por el triunfo de nuestro Salvador, y prepararnos
por las alegrías pascuales a las de la eternidad.
COLECTA
Oh Dios,
que unes las almas de los fieles en una sola voluntad: da a tus pueblos el amar
lo que mandas, el desear lo que prometes: para que, entre las mundanas variedades,
nuestros corazones estén fijos allí donde están los verdaderos gozos. Por el Cristo Nuestro Señor.
EPISTOLA
Lección de la Epístola del Ap. Santiago.
Carísimos: Toda óptima dádiva, y todo don perfecto, procede de
arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no hay cambio, ni sombra
de mudanza. Pues El nos engendró voluntariamente con la palabra de la verdad,
para que fuésemos el comienzo de su creación. Y a lo sabéis, carísimos hermanos
míos. Sea, pues, todo hombre veloz para oír; pero tardo para hablar, y tardo para
la ira. Porque la ira del hombre no obra la justicia
de Dios. Por lo cual, rechazando toda inmundicia y todo exceso dé malicia,
recibid con mansedumbre la palabra inspirada, la cual puede salvar vuestras
almas.
IMITAR AL PADRE. — Los favores derramados sobre el pueblo cristiano proceden de la sublime y serena bondad del Padre celestial. El es el principio de todo en el orden de la naturaleza; y si en el orden de la gracia hemos llegado a ser sus hijos, es porque él mismo nos ha enviado su Verbo consustancial, que es la Palabra de verdad, por la que hemos llegado a ser, mediante el bautismo, hijos de Dios. De aquí se deduce que debemos imitar, en cuanto es posible a nuestra flaqueza, la serenidad de nuestro Padre que está en los cielos y librarnos de esta agitación pasional que es el carácter de una vida toda terrestre, mientras que la nuestra debe ser del cielo donde Dios nos arrastra. El santo Apóstol nos exhorta a recibir con mansedumbre esta Palabra que nos convierte en lo que somos. Ella es según su doctrina un injerto de salvación hecho en nuestras almas. Si ella actúa allí, si su crecimiento no es obstaculizado por nosotros, seremos salvos.
En
el primer versículo aleluyático, Cristo resucitado
celebra por la voz del Salmista el poder del Padre que le ha dado la victoria
en su resurrección. El
segundo, tomado de San Pablo, proclama su vida inmortal.
ANTÍFONA/ALELUYA
Aleluya,
aleluya. V/. La diestra del Señor ejerció su poder: la diestra del Señor me ha
exaltado.
Aleluya. V/. Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no morirá: la muerte no le
dominará más. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Juan.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: Voy a Aquel que me envió: y nadie de vosotros me pregunta: ¿Dónde
vas? Sino que, porque os he dicho esto, la tristeza
ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad:
os conviene que yo me vaya: porque, si no me fuere,
el Paráclito no vendrá a vosotros: más, si me fuere, os lo enviaré a vosotros.
Y, cuando venga El, convencerá al mundo de
pecado, y de justicia, y de juicio. De pecado ciertamente, porque no han creído
en mí: y de justicia, porque voy al Padre, y ya no me veréis: y de juicio,
porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado. Todavía tengo mucho que
deciros: pero ahora no podéis entenderlo. Mas, cuando venga el Espíritu de
verdad, os enseñará toda la verdad. Porque no hablará por sí mismo, sino que
dirá todo lo que ha oído, y os anunciará lo que ha de venir. El me glorificará:
porque lo recibirá
de mí, y os lo anunciará a vosotros.
EL ANUNCIO
DEL ESPÍRITU SANTO. — Los apóstoles se entristecieron cuando Jesús les dijo:
"Yo me voy." ¿No lo estamos también nosotros que después de su
nacimiento en Belén, le hemos seguido
constantemente, gracias a la Liturgia que nos ha hecho seguir sus pasos?
Todavía algunos días más , y se elevará al cielo y el año perderá ese encanto
que recibía día tras día con sus acciones y con sus discursos. Con todo, no
quiere que nos dejemos invadir por un a excesiva tristeza. Nos anuncia que
en su lugar va a descender sobre la tierra el Consolador, el Paráclito y que
permanecerá con nosotros para iluminarnos y fortificarnos hasta el fin de los
tiempos. Aprovechemos con Jesús
estas últimas horas; pronto será tiempo de prepararnos a recibir al huésped
celestial que vendrá a reemplazarle. Jesús, que pronunciaba estas palabras la
víspera de la
Pasión, no se limita a mostrarnos la venida del Espíritu Santo como la
consolación de sus fieles; al mismo tiempo nos la presenta como temible para
aquellos que desconocen a su Salvador. Las palabras de Jesús son tan misteriosas como
terribles; tomemos la explicación de San Agustín, el Doctor de los doctores.
"Cuando viniere el
Espíritu Santo —dice el Salvador— convencerá al mundo en lo que se refiere al pecado. "¿Por
qué? "Porque los hombres no han creído en Jesús. "¡Cuánta no será, en
efecto, la responsabilidad de aquellos que habiendo sido testigos de las
maravillas obradas por el Redentor no dieron
fe a su palabra! Jerusalén oirá decir que el Espíritu Santo ha descendido sobre
los discípulos de Jesús, y permanecerá tan indiferente como estuvo a los
prodigios que le designaban su Mesías. La venida del Espíritu Santo será como
el preludió de la ruina de esta ciudad deicida. Jesús añade que "el
Paráclito convencerá al mundo con respecto a la justicia, porque —dice—yo voy al
Padre y vosotros no me veréis más." Los Apóstoles y aquellos que creyeron en su palabra serán santos y justos por la fe.
Ellos creyeron en aquel que había ido al Padre, en aquel que no vieron ya en
este mundo, Jerusalén, al contrario, no guardará recuerdo de El sino para
blasfemarle; la justicia, la santidad, la fe de
aquellos que creyeron será su condenación y el
Espíritu Santo les abandonará a su suerte. Jesús dice también: "El
Paráclito convencerá al mundo
en lo que se refiere al juicio." Y ¿por qué?; "porque el príncipe de
este mundo ya está juzgado". Aquellos que no siguen a Jesucristo tienen
sin embargo un Jefe al que siguen. Este Jefe
es Satanás. Así, pues, el juicio de Satanás está ya pronunciado. El Espíritu
Santo advierte, pues, a los discípulos del mundo que su príncipe está para
siempre sepultado en la reprobación. Que ellos reflexionen; porque añade San
Agustín "el orgullo del hombre se engañaría al esperar en el perdón; que
medite con frecuencia los castigos que sufren los ángeles
soberbios". En el Ofertorio el cristiano emplea las palabras de David
para celebrar los beneficios de Dios para con su alma. Asocia toda la tierra a
su reconocimiento y con razón; por que los favores
de que es colmado el cristiano son el bien común de todo el género humano que
Jesús resucitado ha
llamado a tomar parte, por los Sacramentos, en las
gracias de la redención.
OFERTORIO
Canta jubilosa a Dios, tierra toda, decid un salmo a su nombre: venid, y oíd, y os contaré, a todos los que teméis a Dios, cuánto ha hecho el Señor a mi alma, aleluya.
La Santa Iglesia que tiene sus delicias en la contemplación de la
verdad, cuyos tesoros la prodiga Jesús resucitado, pide para sus hijos en la
Secreta, la gracia de llevar una vida pura, para que puedan merecer ser
admitidos a contemplar
eternamente esta augusta verdad en su fuente.
SECRETA
Oh Dios, que por el sacrosanto comercio de este Sacrificio, nos has hecho partícipes de la única y suprema Divinidad: suplicámoste hagas que, así como conocemos tu verdad, así la practiquemos con costumbres dignas. Por Cristo Nuestro Señor.
La Antífona de la Comunión reproduce las palabras del Evangelio que
acabamos de interpretar y en las
que nos es mostrada la venida del divino Espíritu como portador al mismo tiempo
de recompensa para los creyentes y de castigo para los incrédulos.
COMUNIÓN.
— REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN [1]
Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de verdad, convencerá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio, aleluya, aleluya. Al ofrecer sus acciones de gracias por el divino Misterio en el que acaban de participar.
la Santa Iglesia enseña a sus hijos en la Poscomunión, que la
Eucaristía tiene al mismo tiempo la virtud de
purificarnos de nuestros pecados y de
preservarnos de los peligros a los que vivimos expuestos.
POSCOMUNIÓN
Asístenos,
Señor, Dios nuestro: para que, por estas cosas, que hemos recibido fielmente,
seamos purificados de los pecados y libertados de todos los peligros. Por Cristo Nuestro Señor.
—DOM
PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico, Primera Edición Española Traducida Y
Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos Por Los Monjes De Santo Domingo De Silos.
NIHIL
OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S. H. Censor ordinis.
IMPRIMATVR:
P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos,
die 7.I.1953
[1] COMUNIÓN ESPIRITUAL,
VERDADERA COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292
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