SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
EL PECADO DE DAVID
El Oficio del sexto
Domingo después de Pentecostés, comenzaba ayer tarde con la exclamación
punzante de un arrepentimiento inmenso. David, el Rey-Profeta, el vencedor de
Goliat, vencido a su vez por la incitación de los sentidos, y que pasó del
adulterio al homicidio, gritaba bajo el peso de su doble crimen: ¡”Dios mío, te
ruego, perdona la iniquidad de tu siervo, porque he obrado como un insensato”!
El pecado, cualquiera que sea el culpable y la fálta, es siempre debilidad y
locura. El orgullo del Angel rebelde o del hombre caído, por más que hagan, no
podrán impedir que la ignominia de estas dos palabras se clave, como un estigma
humillante, en la rebeldía contra Dios, en el olvido de la ley, en los actos
insensatos de la creatura que, invitada a elevarse a las serenas regiones donde
reside su autor, se sustrae y huye hacia la nada, para caer más bajo aún que la
misma nada de donde había salido. Locura voluntaria, sin embargo, y debilidad
sin excusa; porque, si el ser creado no posee por sí mismo sino tinieblas y
miserias, la bondad suprema pone a su disposición, por medio de la gracia que
nunca falta, la fuerza y la luz de Dios.
VIGILANCIA
El último, el más oscuro
pecador, no podría, pues, dar razones para justificar sus faltas; pero la
ofensa es tanto más injuriosa a Dios, cuanto le viene de la creatura más
colmada de sus gracias y situada, por su bondad, más alta que otras en el orden
de la gracia. ¡No lo olviden esas almas para quiénes el Señor, lo mismo que
para David, ha multiplicado sus magnificencias,” Conducidos por los caminos
reservados de su amor, deberían haber llegado ya con facilidad a la cumbre de
la unión divina; sólo una vigilancia sin fin puede guardar al que no ha dejado
aún el peso de la carne; siempre y en todas partes es posible la caída; y
¡cuánto más espantosa es, si el pie se resbala desde las cumbres elevadas de
esta tierra de destierro, que confinan ya con la patria y dan ingreso a las
potencias del Señor!. Entonces, los precipicios abiertos, que el alma había
evitado en la subida, parecen llamarla todos a la vez; va rodando de abismo en
abismo, horrorizando a veces a los mismos malvados, por la violencia de lasi
pasiones largo tiempo contenidas, que la arrastran.
Desde el fondo de la sima
en que la ha arrojado su lamentable caída, humíllese y llore su crimen; no tema
levantar los ojos de nuevo a las alturas en que poco ha parecía ella misma
formar parte de las falanges de los bienaventurados; clame sin tardanza, como
David: “¡Pequé contra el Señor!”; y como a él se le responderá: “El Señor ha
perdonado tu pecado; no morirás'”; y como en David, Dios podrá obrar en ella
todavía maravillas. David inocente había parecido la imagen fiel de Cristo,
objeto divino de las complacencias de los cielos y de la tierra; David pecador,
pero penitente, quedó como la figura más noble del Hombre- Dios, cargado de los
crímenes del mundo, llevando sobre sí la venganza misericordiosa y justa de su
Padre ofendido.
MISA
QUE SOLO PUEDE SER OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN
EL ACCIONAR IRREGULAR Y ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y
LEFEBVRISTAS
La Iglesia nos invita a
buscar en el Introito un nuevo sentimiento sobre lo que puede la fuerza del
cristiano: su fe en el poder del Señor, que no le puede faltar, y la conciencia
de su miseria, que le guarda de toda presunción.
INTROITO
El señor es la fortaleza de su pueblo y el protector de
la salud de su Ungido: salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad, y
rígelos para siempre. — Salmo: A ti, Señor, clamaré; Dios mío, no me desoigas:
no sea que, callando tú, me asemeje a los que bajan al sepulcro. V. Gloria al
Padre.
La Colecta presenta un
admirable resumen de la acción fuerte y suave de la gracia sobre toda la
conducta de la vida cristiana. Está inspirada en el texto de Santiago: “Todo
don excelente, todo don perfecto, viene de lo alto y desciende del Padre de las
luces”.
COLECTA
Oh Dios de las virtudes, de quien procede todo cuanto hay
de mejor: infunde en nuestros pechos el amor de tu nombre, y aumenta en
nosotros la religión; para que nutras lo que es bueno y, por medio de la
piedad, custodies lo nutrido. Por nuestro Señor.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del
Ap. S. Pablo a los Romanos. (VI, 3-11).
Hermanos: Todos los que hemos sido bautizados en
Jesucristo, lo hemos sido en su muerte. Porque en el bautismo hemos quedado
sepultados con El, muriendo al pecado: a fin de que así como Cristo resucitó de
entre los muertos para gloria del Padre, así también nosotros vivamos nueva
vida. Porque si fuéremos injertados en El, imitando su muerte, lo seremos
también en su resurrección. Sabiendo bien que nuestro viejo hombre ha sido
crucificado juntamente con El, para que sea destruido el cuerpo de pecado, y no
sirvamos más al pecado. Y si estamos muertos con Cristo, creemos que viviremos
también juntamente con Cristo; sabiendo que Cristo resucitado de entre los
muertos ya no muere, la muerte ya no le dominará. Porque habiendo muerto para
el pecado, murió una sola vez: mas habiendo vuelto a la vida, vive para Dios.
Así también vosotros, pensad que estáis realmente muertos al pecado, y vivos
para Dios, en Jesucristo Señor nuestro.
EL APÓSTOL DE LOS
GENTILES
Las Misas de los Domingos
después de Pentecostés, no nos habían presentado más que una vez hasta ahora
las Epístolas de San Pablo. San Pedro y San Juan tenían reservado un lugar de
preferencia en la misión de enseñar a los fieles al principio de los sagrados
Misterios. Parece que la Iglesia en estas semanas, que representan los primeros
tiempos de la predicación apostólica, ha querido recordar de este modo el
puesto predominante del Apóstol de la fe y del Apóstol del amor en esta
promulgación de la nueva alianza que se hizo en el seno del pueblo Judío.
Pablo, en efecto, no era todavía más que Saulo, el perseguidor, y se mostraba
como el más violento enemigo de la palabra, que debía más tarde llevar con
tanto esplendor hasta los confines del mundo. Si después su conversión hizo de
él un apóstol ardiente y convencido, aun para los mismos Judíos, sin embargo,
se vió en seguida que la casa de Jacob no era la parte de apostolado que le
correspondía, no era la porción de su herencia. Después de haber afirmado
públicamente su creencia en Jesús, Hijo de Dios, y de haber confundido a la
sinagoga con la autoridad de su testimonio, dejó que silenciosamente se llegase
al fin de la tregua concedida a Judá para aceptar la alianza; aguardó en su
retiro’ a que el Vicario del Hombre- Dios, el Jefe del Colegio Apostólico,
diese la señal de llamada a los Gentiles, y abriere él en persona las puertas
de la Iglesia a estos nuevos hijos de Abraham. Pero Israel abusó demasiado
tiempo de la condescendencia divina; ya se acerca la hora del repudio para la
ingrata Jerusalén; ya se ha vuelto por fin el Esposo hacia las razas
extranjeras.
Ahora tiene la palabra el
Doctor de los Gentiles, la conservará hasta el último día; no se callará hasta
que, después de convertir a la gentilidad sublevada contra Dios, la afirme en
la fe y en el amor. Hoy se dirigen a los Romanos, las instrucciones inspiradas
del gran Apóstol. La Iglesia observará, en la lectura de estas admirables
Epístolas, el mismo orden ode su inscripción en el canon de las Escrituras: la
Epístola a los Romanos, las dos a los Corintios, las dirigidas a los Gálatas, a
los Efesios, Filipenses, Colosenses, pasarán sucesivamente ante nuestra vista.
¡Sublime correspondencia, en: la que el alma de Pablo, entregándose por
completo, da a la vez el precepto y el ejemplo del amor! “Os ruego—dice sin cesar—que
seáis imitadores míos, como yo lo soy de Jesucristo”
LA VIDA CRISTIANA
La santidad, los
padecimientos, y luego la gloria de Jesús, su vida prolongada en sus miembros
tal es para San Pablo la vida cristiana; simple y sublime noción que resume, a
su parecer, el comienzo, el progreso y la consumación de la obra del Espíritu
de amor en toda alma santificada. Más adelante le veremos desarrollar
ampliamente esta verdad práctica, de la cual se contenta ahora con poner las
bases en la Epístola que hoy nos hace leer la Iglesia. ¿Qué es el Bautismo, en
efecto, ese primer paso en el camino que conduce al cielo, sino una
incorporación del neófito al Hombre-Dios, muerto una vez al pecado para vivir
eternamente en Dios su Padre? El Sábado Santo, al borde de la fuente sagrada,
comprendimos, con la ayuda de un trozo semejante del Apóstol, las realidades
divinas cumplidas bajo la onda misteriosa. La Iglesia no hace, hoy más que
recordarnos ese gran principio de los comienzos de la vida cristiana y
establecerle como punto de partida para las instrucciones que se han de seguir.
Si el primer acto de la santificación del fiel, sumergido con Jesucristo en su
bautismo, tiene por objeto rehacerle completamente, crearle de nuevo en este
Hombre-Dios, injertar su nueva vida sobre la vida misma de Jesús para producir
en ella sus frutos, no nos admiraremos de que el Apóstol no trace al cristiano
otro procedimiento de contemplación, otra regla de conducta que el estudio y la
imitación del Salvador. La perfección del hombre y su recompensa están sólo en
El: asi pues, según el conocimiento que habéis recibido de él, caminad en El,
porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, estáis revestidos de
Cristo. El Doctor de las naciones lo declara: no conoce, ni podría predicar otra
cosa. En su escuela, apropiándonos los sentimientos que tenía Jesucristo
llegaremos a ser otros Cristos, o mejor, un solo Cristo con el Hombre-Dios, por
la unión de los pensamientos y la conformidad de las virtudes, bajo el impulso
del mismo Espíritu Santificador. La lectura de la Epístola y la del Evangelio,
el Gradual y el Verso, vienen todos a reavivar en nuestros corazones la humilde
y confiada oración que debe elevarse sin cesar del alma del cristiano a su
Dios.
GRADUAL
Vuélvete un poco, Señor, y aplácate con tus siervos. V.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Aleluya,
aleluya. V. En ti, Señor, he esperado, no sea confundido para siempre: en tu
justicia líbrame, y sálvame: inclina a mí tu oído, apresúrate a librarme. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo
Evangelio según S. Marcos. (VIII, 1-9).
En aquel tiempo, como hubiera con Jesús una gran
muchedumbre, y no tuvieran qué comer, convocando a los discípulos, les dijo:
Tengo compasión de la multitud: porque he aquí que ya me han seguido tres días,
y no tienen qué comer: y, si los despido en ayunas para sus casas,
desfallecerán en el camino: porque algunos de ellos han venido de lejos. Y
respondiéronle sus discípulos: ¿Quién podrá saciarlos de pan aquí, en la soledad?
Y los preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. Y mandó a la
multitud que se sentara sobre la tierra. Y, tomando los siete panes, dando
gracias, los partió, y se los dió a sus discípulos, para que los sirvieran. Y
los sirvieron a la multitud. Y tenían también unos pocos pececillos: y también
los bendijo, y los mandó servir. Y comieron, y se saciaron, y recogieron, de
los fragmentos que sobraron, siete cestos. Y eran, los que habían comido, casi
cuatro mil: y los despidió. “El Señor nos llama, decía el pueblo antiguo al
salir de Egipto tras de Moisés; iremos a tres jornadas de camino al desierto
para sacrificar allí al Señor, nuestro Dios'”.
Los discípulos de
Jesucristo, en nuestro Evangelio, le han seguido igualmente al desierto; después
de tres días han sido alimentados con un pan milagroso que presagiaba la
víctima del gran Sacrificio figurado por el de Israel. Pronto el presagio y la
figura van a ceder lugar, sobre el altar que está ante nosotros, a la más
sublime de las realidades. Abandonemos la tierra de servidumbre en que nos
retienen nuestros vicios; todos los días nos llama misericordiosamente el
Señor; pongamos para siempre nuestras almas lejos de las frivolidades mundanas,
en el retiro de un recogimiento profundo. Roguemos al Señor, al cantar el
Ofertorio, que se digne asegurar nuestros pasos en los senderos de este
desierto interior, en que nos escuchará siempre favorablemente y multiplicará
en favor nuestro las maravillas de su gracia.
OFERTORIO
Afirma mis pies en tus caminos, para que no se extravíen
mis pasos: inclina tu oído, y oye mis palabras: glorifica tus misericordias,
tú, que salvas a los que esperan en ti, Señor.
La eficacia de nuestras
oraciones sólo está asegurada en cuanto la fe anima e inspira su objeto. Al
recibir la Iglesia los dones de sus hijos para el sacrificio, pide en la
Secreta que sea así para con todos ellos.
SECRETA
Sé propicio. Señor, con nuestras súplicas, y acepta
benigno las oblaciones de tu pueblo: y, para que no sea inútil el voto, ni vana
la petición de nadie, haz que, lo que pedimos fielmente, lo consigamos
eficazmente. Por nuestro Señor.
La Antífona de la Comunión,
sacada del Salmo XXVI, canta la dicha del alma que ha recobrado la paz y que ya
siempre morará en la casa del Señor.
COMUNIÓN.
— REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN [1]
Andaré en torno de tu tabernáculo, e inmolaré en él la
hostia de alabanza: cantaré y diré un salmo al Señor.
Los sagrados Misterios
son el verdadero fuego que purifica al que se abandona a sus ardores divinos,
le desligan por completo de los restos del pecado y le afirman en el camino de
la perfección. Digamos, pues, con la Iglesia:
POSCOMUNIÓN
Hemos sido llenos, Señor, de tus dones: suplicárnoste
hagas que seamos purificados por su efecto y protegidos con su auxilio. Por nuestro Señor.
— DOM
PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico, Primera Edición Española Traducida Y
Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos Por Los Monjes De Santo Domingo De
Silos.
NIHIL
OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S. H. Censor ordinis.
IMPRIMATVR:
P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos,
die 7.I.1953
[1] COMUNIÓN ESPIRITUAL,
VERDADERA COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292
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