DUODÉCIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
DUODÉCIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
MISA
QUE SOLO PUEDE SER OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN
EL ACCIONAR IRREGULAR Y ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y
LEFEBVRISTAS
El Introito comienza por
el bello versículo del Salmo 69: ¡Oh Dios, ven en mi ayuda; apresúrate, Señor,
a socorrerme! Casiano, en su conferencia décima, enseña cómo este grito del
alma conviene a todos los estados, y responde a todos los sentimientos. Durando
de Mende lo aplica a Job en la presente circunstancia, puesto que las lecturas
del Oficio de la noche, sacadas del libro en que se narran sus pruebas y
padecimientos, coinciden, aunque raramente, con este Domingo. Ruperto ve en él
con preferencia, los acentos del sordomudo, cuya misteriosa curación fué, hace
ocho días, objeto de nuestras meditaciones. "El género humano, dice, se
hizo en la persona de nuestros primeros padres sordo a los mandatos de su
Creador, y mudo para cantar sus alabanzas; el primer movimiento de su lengua
desatada por el Señor, es para invocar a Dios. Ese es también el primer grito
de la Iglesia por la mañana, y su primera expresión en las horas del día y de
la noche.
INTROITO
Oh Dios, ven en mi ayuda: señor, apresúrate a socorrerme:
sean confundidos y avergonzados mis enemigos, los que buscan mi vida. — Salmo:
Sean derrotados, y cubiertos de afrenta: los que quieren mi mal. V. Gloria al
Padre.
Ya hemos dado la razón
por la que, con frecuencia, la Colecta de las Misas del Tiempo después de
Pentecostés tiene alguna relación con el Evangelio del Domingo precedente. La
oración que sigue se presta a esa conexión. Hace ocho días, el Evangelio nos
recordaba que el hombre, inhábil desde poco ha, para el servicio de su Creador,
habiendo recobrado por la divina bondad sus aptitudes sobrenaturales, se
expresa correctamente desde entonces en el lenguaje de la alabanza: loquebatur
recte. La Iglesia, partiendo de esta conclusión del sagrado relato, dice:
COLECTA
Omnipotente y misericordioso Dios, de cuyo don procede el
que tus fieles te sirvan digna y laudablemente: suplicárnoste hagas que
corramos sin tropiezo a la consecución de tus promesas. Por nuestro Señor.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a
los Corintios. (2." III, 4-8).
Hermanos: Tenemos tal confianza con Dios por Cristo: no
porque podamos pensar algo por nosotros como de nosotros mismos, sino que
nuestra suficiencia viene de Dios, el cual nos ha hecho idóneos ministros del
Nuevo Testamento, no de la letra, sino del espíritu: porque la letra mata, pero
el espíritu vivifica. Si, pues, el ministerio de la muerte, grabado con letras
sobre piedras, fué glorioso, de tal modo que los hijos de Israel no podían
mirar el rostro de Moisés, por la gloria de su cara, que había de acabar:
¿Cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu? Porque, si el ministerio
de la condenación fué tan glorioso, mucho más glorioso aún es el ministerio de
la justicia.
EL MINISTERIO NUEVO ESTÁ SOBRE EL ANTIGUO
Cuando San Pablo hizo la
apología del ministerio cristiano, sus enemigos le acusaron en seguida de haber
hecho orgullosamente su propia apología. El se defiende. No reivindica para sí
otro mérito sino el de haber sido el dócil instrumento de Dios. Esto es lo que
deberán ser siempre los predicadores y misioneros del Evangelio. Saben bien que
el éxito de su apostolado depende de la humilde obediencia con que dejen a Dios
obrar en ellos y por ellos. No van en busca de su propia gloria, sino de la de
Dios.
El haber sido proclamada
de este modo su humildad, no obsta absolutamente nada para que el ministerio
con que Dios ha investido a los Apóstoles, sea tenido por ellos a grandísima
honra. Pues este ministerio, a pesar de lo que digan ciertos fieles de Corinto
muy impresionados por las argucias de los judíos, es mayor y más glorioso que
el del mismo Moisés. El, en efecto, trae la nueva ley, completamente llena del
Espíritu de Cristo, de este Espíritu Santo vivificador y santificador, que
procura que cada fiel se adentre en la familia de las tres Personas divinas. El
mensaje de Moisés, por el contrario, aunque trajo al mundo una grandísima
esperanza, no era, con todo eso, sino letra muerta. Moisés no promulgó sino
ritos materiales, prohibiciones y condenaciones que no podían abrir a nadie el
cielo.
Sin duda alguna, Moisés
fué asimismo un fiel instrumento de Dios. Y para dar crédito a la autoridad
divina de su ministerio, Dios no le dejó nunca sin un signo visible: siempre
que Moisés entrabá en el tabernáculo para conversar cara a cara con Dios y recibir
las órdenes de la ley antigua, salía con el semblante resplandeciente de luz,
de suerte que después de haber transmitido el mensaje divino, debía cubrirse
con el velo para no deslumhrar al pueblo Mas, fundándose en este milagro, no
podría tomarse ningún argumento para ensalzar el ministerio de Moisés sobre el
ministerio de los Apóstoles. Pues no se pueden medir estas dos Alianzas con la
misma medida: la nueva Alianza sobrepasa infinitamente a la antigua, y, si bien
es cierto que la gloria del ministerio apostólico es diferente de la del
ministerio mosaico, con todo eso, necesariamente es mucho mayor.
LA GLORIA DE AMBOS MINISTERIOS
Por lo demás, la gloria
que resplandecía en la faz de Moisés, era de tal naturaleza que, lejos de
probar la superioridad de su ministerio sobre el de los Apóstoles, por el
contrario demostraba su irremediable inferioridad. San Pablo tiene empeño en
decirlo para no dejar asidero a ninguna objeción, y esto lo hace en los
versículos que siguen inmediatamente a los de la Epístola de este Domingo doce.
Ciertamente que el
ministerio de Moisés estaba aureolado con una luz divina tan poderosa, que
debía cubrirse con un velo para no deslumhrar los ojos del pueblo. Mas este
velo, recuerda San Pablo, tiene otro significado. Moisés cubríase el rostro con
él, "¡para que los hijos de Israel no viesen desaparecer este resplandor
pasajero!" Así como la misma ley que promulgaba, era pasajera, del mismo
modo lo era la gloria que tenía por fin darla crédito: este era un resplandor
precario, momentáneo. No era sino una figura de la gloria, verdadera, durable,
sustancial y eterna de aquellos que habían de anunciar una alianza que no
terminará, una ley de caridad que nunca pasará. El ministerio cristiano no goza
en este mundo de un resplandor visible; pero imita y prosigue el ministerio de
Cristo en las pruebas, persecuciones y humillaciones, con el fin de conseguir
la salvación del mundo. ¿No es suficiente esto, aun a pesar de las apariencias,
para demostrar que es sobreabundante y eternamente glorioso?
He aquí una gran lección
para los fieles, los cuales no deben olvidarse de rodear de respeto y de honor
a quienes Dios ha escogido para que les anuncien, en su nombre, las palabras de
salvación. Con frecuencia, son poco conocidos del mundo. Mas a los ojos de la
fe están rodeados de resplandor mayor aún que el del rostro mismo de
Moisés.
LA CONTEMPLACIÓN
Se podría sacar otra
lección de esta bella Epístola. Moisés es, en el caso, imagen de la oración
contemplativa y de sus maravillosos efectos. El privilegio de que sólo él fué
dotado en la antigua alianza, de poder conversar con Dios cara a cara y de
verse inundado de su resplandor, puede obtenerlo todos los días el simple fiel
en la nueva alianza. Si queremos, seremos, en efecto, "como Moisés cuando
conversaba con el Señor y vivía junto a El. Todos nosotros leemos con libertad,
en el espejo del Evangelio, la gloria y perfecciones del Señor. Podemos
mantener por completo nuestra alma en la asidua contemplación de esta belleza.
¡Oh dulce maravilla! Presupuesto nuestro consentimiento en las renuncias
previas, esa belleza sobrenatural del Señor, ya de suyo atrayente, resulta
también activa; y con la asiduidad de nuestras miradas interiores, llega a
invadirnos y transfigurarnos. Dícese de ciertos mármoles, que con el tiempo,
fijan en sí la luz y se hacen fosforescentes bajo la acción del sol. Nuestra
alma no es tan dura como el mármol; y en efecto, mientras la ley es impotente,
he aquí que a fuerza de mirar al Señor, nuestra vida se une a El más
estrechamente; se baña en su resplandor y sufre su acción secreta; de día en
día y de escalón en escalón, se acerca cada vez más a su belleza, como llevada
hacia Cristo por el soplo del Espíritu de Cristo"
El género humano, sacado
de su mutismo secular y colmado al mismo tiempo con los dones divinos, canta en
el Gradual el agradecimiento que de su corazón rebosa.
GRADUAL
Bendeciré al Señor en
todo: tiempo su alabanza estará siempre en mi boca. V. En el Señor se gloriará
mi alma: óiganlo los mansos, y alégrense.
Aleluya, aleluya. V.
Señor, Dios de mi salud, de día y de noche clamo a Ti. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo
Evangelio según S. Lucas. (X, 23-37).
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros véis. Porque os aseguro que
muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron: y
quisieron oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. Y he aquí que un legisperito
se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿Qué haré para poseer la vida eterna?
Entonces El le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lo lees? El,
respondiendo, dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu entendimiento: y al prójimo
como a ti mismo. Y díjole: Bien has respondido: haz eso, y vivirás. Pero él,
queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Y,
respondiendo Jesús, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en
manos de los ladrones, los cuales le despojaron: y, habiéndole herido, se
marcharon, dejándole medio muerto. Y sucedió que un sacerdote bajó por el mismo
camino: y, habiéndole visto, pasó de largo. E igualmente un levita, llegando
cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Mas un samaritano que viajaba,
pasó cerca de él: y, habiéndole visto, se movió a compasión. Y, acercándose,
vendó sus heridas, derramando sobre ellas aceite y vino: y, poniéndole en su
jumento, le llevó a una posada, y tuvo cuidado de él. Y, al día siguiente, sacó
dos denarios y se los dió al hospedero, y le dijo: Cuida de él: y, todo cuanto
gastares, yo te lo pagaré cuando vuelva. ¿Cuál de estos tres te parece a ti que
fué el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Y él dijo: El que tuvo
compasión de él. Y díjole Jesús: Vete y haz tú lo mismo.
EL MANDAMIENTO DEL AMOR
"Amarás al Señor tu
Dios de todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu
espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo." La Iglesia, en la Homilía que
hoy presenta, como de costumbre, a sus fieles, sobre el texto sagrado', no
extiende su interpretación más allá de la pregunta de aquel doctor de la ley:
basta con demostrar que, según su modo de pensar, la última parte del
Evangelio, aunque más larga, no es sino una conclusión práctica de la primera,
según esta expresión del Apóstol: La fe obra por medio de la caridad2. Y,
efectivamente, la parábola del buen Samaritano, que por otro lado, tiene tantas
aplicaciones del más elevado simbolismo, no fué expuesta por los labios del
Señor, en su sentido literal, sino para destruir perentoriamente las
restricciones que habían hecho los judíos en el gran precepto del amor. Si toda
perfección se halla condensada en el amor, si ninguna virtud produce sin él su
fruto para la vida eterna, el amor mismo no es perfecto si no se extiende
también al prójimo; y en este último sentido, sobre todo, dice San Pablo que el
amor es el cumplimiento de la ley y que es la plenitud de toda ella2. Porque la
mayoría de los preceptos del Decálogo, se refieren directamente al prójimoJ, y
la caridad debida a Dios, no es perfecta sino cuando se ama juntamente con Dios
a lo que El ama, es decir, aquello que hizo a su imagen y semejanza. De suerte
que el Apóstol, no distingue, como lo hace el Evangelio, entre los dos
preceptos del amor, pues osa decir: "Toda la ley está contenida en estas
palabras: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
EL PRÓJIMO
Pero cuanto mayor es la
importancia de este amor, tanto mayor es también la necesidad de no equivocarse
acerca del significado y extensión de la palabra prójimo. Los judíos no
consideraban como tales sino a los de su raza, siguiendo en ello las costumbres
de las naciones paganas, para quienes los extranjeros eran enemigos. Mas he
aquí que interrogado por un representante de esta ley mutilada, el Verbo
divino, autor de la ley, la restablece por entero. Pone en escena a un hombre
que sale de la ciudad santa, y a un Samaritano, el más despreciado de los
extranjeros enemigos y el más odioso para un habitante jerosolimitano. Y, con
todo eso, por la confesión del doctor que le interroga, como indudablemente de
todos los que le escuchan, el prójimo, para el desdichado caído en manos de los
ladrones, no lo es tanto en este caso el sacerdote o el levita de su raza, como
el extranjero Samaritano, que, olvidando los resentimientos nacionales, ante su
miseria, no ve en él sino a su semejante. Convenía decir que ninguna excepción
podía prevalecer contra la ley suprema del amor, tanto aquí abajo como en el
cielo; y que todo hombre es nuestro prójimo, a quien podemos hacer o desear el
bien, y que es nuestro prójimo todo aquél que practica la misericordia, aunque
sea Samaritano.
El Ofertorio está sacado
de un pasaje del Éxodo en que Moisés aparece luchando con Dios para salvar a su
pueblo después de la erección del becerro de oro, y triunfando de la cólera del
Altísimo. Es posible que este Domingo caiga en el día en que la Iglesia hace
memoria en el Martirologio del Caudillo hebreo (4 de septiembre); y esta es la
razón, según Honorio d'Autun, de la mención reiterada que se hace hoy de este
glorioso legislador de Israel.
OFERTORIO
Oró Moisés delante del Señor, su Dios, y dijo: ¿Por qué
te enfureces, Señor, con tu pueblo? Mitiga la ira de tu alma: acuérdate de
Abraham, de Isaac, y de Jacob, a quienes juraste dar una tierra que mana leche
y miel. Y se aplacó el Señor, y se arrepintió del mal que dijo iba a hacer a su
pueblo.
En la Secreta se pide al
Señor que acepte las ofrendas del Sacrificio, que nos merecerán perdón y darán
gloria a su nombre.
SECRETA
Suplicárnoste, Señor, mires propicio las hostias que
presentamos en los santos altares: para que, alcanzándonos a nosotros el
perdón, den honor a tu nombre. Por nuestro Señor.
Lo mismo que hace ocho
dias, la Antífona de la Comunión alude evidentemente al tiempo de la siega y de
la vendimia. El pan, el vino y el aceite, no solamente son el sostén de nuestra
vida material, sino que también son la materia de los más augustos sacramentos;
en ninguna ocasión podría caer mejor su alabanza, en la boca del hombre, que al
terminar el banquete sagrado.
COMUNIÓN.
— REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN [1]
Del fruto de tus obras, Señor, se saciará la tierra: para
que saques pan de la tierra, y el vino alegre el corazón del hombre: para que
brille el rostro con el óleo, y el pan conforte el corazón del hombre.
La vida que nos viene de
los sagrados Misterios, encuentra en ellos, por la desaparición, cada vez más
señalada, de las reliquias del mal que causó nuestra muerte, su perfección y
defensa. Esto es lo que expresa la oración de la Iglesia en la Poscomunión.
POSCOMUNIÓN
Suplicárnoste. Señor, hagas que nos vivifique la santa
participación de este Misterio, y nos sirva a la vez de expiación y defensa. Por nuestro Señor.
— DOM
PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico, Primera Edición Española Traducida Y
Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos Por Los Monjes De Santo Domingo De
Silos.
NIHIL
OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S. H. Censor ordinis.
IMPRIMATVR:
P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos,
die 7.I.1953
[1] COMUNIÓN ESPIRITUAL,
VERDADERA COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292
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