DOMINGO XIX DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
DOMINGO XIX DESPUÉS DE
PENTECOSTÉS
Reflexión espiritual
sobre los textos litúrgicos del decimonoveno domingo después de Pentecostés. La
Misa de este domingo nos recuerda que todos los hombres estamos llamados a la
recompensa celestial y a la felicidad.
MISA
QUE SOLO PUEDE SER OFICIADA SEGÚN LAS RÚBRICAS DE LA IGLESIA, QUE CONDENAN
EL ACCIONAR IRREGULAR Y ACATÓLICO DE CONCILIARES DEL VATICANO II, THUCISTAS Y
LEFEBVRISTAS
El jefe augusto del
pueblo de Dios es la salvación de los suyos en todos sus males. ¿No lo probó el
Domingo pasado de manera admirable, al restaurar a la vez el cuerpo y el alma
del pobre paralítico en el que estábamos figurados todos nosotros? Escuchemos
su voz en el Introito con agradecimiento y amor; prometámosle la fidelidad que
nos pide; su ley puesta en práctica nos guardará de recaídas.
La antífona la han
sugerido diversos pasajes de la Sagrada Escritura, mas no se encuentra en ella
al pie de la letra. El versículo está tomado del Salmo setenta y siete.
INTROITO
Yo soy la salud del pueblo, dice el Señor: en cualquier
tribulación, en que clamaren a mí, los oiré: y seré su Señor para siempre. —
Salmo: Atiende, pueblo mío, a mi Ley: inclinad vuestro oído a las palabras de
mi boca. V. Gloria al Padre.
Para comprender bien el
pensamiento que domina en las colectas y en otras muchas partes de las misas
del tiempo después de Pentecostés, es conveniente no perder de vista el
Evangelio del Domingo anterior. Y así la Iglesia tiene cuenta de nuevo con el
episodio del paralítico, que curado en el cuerpo y el alma por el Hijo del
Hombre, figuraba un misterio mayor.
Reparado en el cuerpo y
el alma por la palabra omnipotente del Salvador, ahora ya puede el género
humano vacar a Dios con corazón libre y dispuesto. Al unirnos con la Iglesia en
la Colecta, pidamos al Altísimo que nunca ya más vuelva a embargar nuestras
facultades la fatal indolencia que ha sido para nosotros tan perjudicial.
COLECTA
Omnipotente y sempiterno Dios, aparta propicio de
nosotros todo lo adverso: para que, expeditos a la vez de alma y de cuerpo,
hagamos lo que es tuyo con corazones libres. Por Nuestro Señor Jesucristo.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola
del Apóstol San Pablo a los Efesios (Ef., IV, 23-28).
Hermanos: Renovaos en lo íntimo de vuestra alma, y
revestíos del hombre nuevo, que ha sido creado, según Dios, en justicia y
santidad verdadera. Por lo cual, renunciando a la mentira, hablad verdad cada
cual con su prójimo: porque somos miembros los unos de los otros. Airaos y no
pequéis: no se ponga el sol sobre vuestro enojo. No deis lugar al diablo: el
que robaba, no robe ya; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno,
para que tenga de donde dar al que padezca necesidad.
La Santa Madre Iglesia
prosigue hoy la lectura de la Epístola a los Efesios, que había interrumpido el
Domingo pasado. Ya anteriormente el Apóstol puso los principios dogmáticos de
la verdadera santidad; ahora saca de ellos las consecuencias morales.
EL HOMBRE NUEVO
Comprendamos, pues, la
moral de San Pablo en nuestra Epístola y lo que él entiende por Justicia y
santidad de la verdad, que es la de Cristo[1], propia del hombre nuevo, de que
se debe revestir todo el que aspire a la posesión de las riquezas enumeradas en
los pasajes precedentes de su carta inmortal. Volvamos a leer la Epístola del
Domingo decimoséptimo y en ella veremos que todas las reglas del catecismo
cristiano y de la vida mística se resumen para el Apóstol en estas palabras:
"procuremos la unidad"[2]. Es la máxima que da así a los
principiantes como a los perfectos; es el coronamiento de las vocaciones más
sublimes en el orden de la gracia, y también el fundamento y la razón de todos
los mandamientos de Dios de tal modo, que, si debemos abstenernos de la mentira
y decir la verdad a los que nos escuchan, el motivo, según el Apóstol, es éste:
que somos miembros los unos de los otros.
Habla el salmista[3] de
una cólera santa, que provoca a veces el celo de la ley divina y de la caridad;
pero aun en esos momentos debe apagarse al instante el movimiento de ira
levantado en el alma: prolongarle equivaldría a dar lugar al diablo y poner en
sus manos buenas cartas para cuartear y derrocar en nosotros, por medio del
rencor y del odio, el edificio de la santa unidad.
Antes de nuestra
conversión, nuestras faltas hacían sufrir tanto al prójimo como a Dios; la
injusticia, si pasaba inadvertida, poco nos importaba; el egoísmo era nuestra
ley, y también era prenda de que Satanás reinaba en nuestras almas. Ahora,
expulsado por el Espíritu de santidad tan indigno usurpador, la mejor señal de
que se ha reconquistado su imperio, consiste no sólo en que los derechos de los
demás son ya sagrados para nosotros, sino también en que hacemos nuestro
trabajo y todas nuestras obras pensando en que debemos socorrer en sus
necesidades al prójimo. En una palabra, prosigue y concluye el Apóstol un poco
más adelante, viviremos en caridad, si somos imitadores de Dios como hijos
carísimos suyos[4].
Cristo ha devuelto la
libertad de movimientos a nuestras manos paralíticas para el bien sobrenatural;
levantémoslas espiritualmente en la oración para glorificar a Dios con este
homenaje que El acepta como un sacrificio de suave olor. Esta es la enseñanza
que la Santa Madre Iglesia nos da con su ejemplo en el Gradual.
GRADUAL
Ascienda mi oración, como
el incienso, en tu presencia, Señor. T. La elevación de mis manos sea como el
sacrificio vespertino.
Aleluya, aleluya, v.
Alabad al Señor e invocad su nombre: anunciad entre las gentes sus obras.
Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo
Evangelio según San Mateo (Mat., XX, 1-14).
En aquel tiempo habló Jesús en parábolas a los príncipes
de los sacerdotes y a los fariseos, diciendo: El reino de los cielos es
semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo. Envió a sus siervos a
llamar a los invitados a las bodas, y no quisieron venir. Envió de nuevo otros
siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí que ya he preparado mi
comida, ya están muertos mis toros y mis animales cebados, y todo está dispuesto:
venid a las bodas. Pero ellos lo rehusaron: y se fueron, uno a su granja, otro
a su negocio: los demás prendieron a los siervos y, después de afrentarlos, los
mataron. Cuando lo supo el rey, se enfureció: y, enviando sus ejércitos, mató a
aquellos homicidas y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas
están ya preparadas, pero, los que habían sido invitados, no han sido dignos.
Id, pues, a las bocas de las calles, y, a todos los que hallareis, llamadlos a
las bodas. Y, saliendo sus siervos por las calles, reunieron a todos los que
encontraron, buenos y malos: y se llenaron las bodas de comensales. Y entró el
rey para ver a los comensales y vio allí un hombre que no tenía vestido de
boda. Y díjole: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener traje de boda? Y él
calló. Entonces dijo el rey a sus ministros: Atándole de pies y manos,
arrojadle en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de
dientes. Porque son muchos los invitados, pero pocos los escogidos.
LAS BODAS DEL HIJO DE
DIOS
Lo expuesto en los
últimos Domingos nos manifiesta a la Iglesia solícita únicamente de preparar al
género humano a las bodas admirables cuya celebración es el fin exclusivo por
el que el Verbo de Dios vino a este mundo. En su destierro ya largo la Esposa
del Hijo de Dios se nos presenta como el modelo vivo de sus hijos. Ella no ha
cesado un momento de disponerlos con sus instrucciones a entender el gran
misterio de la unión divina. Hace tres semanas[5], tratando el tema único de su
solicitud de Madre y de Esposa de modo más directo que lo había hecho hasta
entonces, les recordaba el llamamiento inefable de que habían sido objeto por
parte de Dios. Ocho días después[6], gracias a ella, el Esposo de las bodas a
las que se los convidaba, se les manifestó a ellos en el Hombre-Dios, objeto
del doble precepto del amor en que se resume toda la ley. Hoy la enseñanza es
completa. En el Oficio de la noche, en que San Gregorio nos expone todo su
pensamiento, la Iglesia fija esa enseñanza: con la doble autoridad de un gran
Doctor y de un gran Papa y también en nombre de la Iglesia, el Santo explica el
Evangelio de esta manera:
COMENTARIO DE SAN
GREGORIO
"El reino de los
cielos es la asamblea de los justos. El Señor dice, en efecto, por un profeta:
El cielo es mi trono[7]; y a su vez dice Salomón: El alma del justo es el trono
de la Sabiduría[8], mientras San Pablo llama a Cristo; Sabiduría de Dios[9].
Si, pues, el cielo es el trono de Dios, si la Sabiduría es Dios, si el alma del
justo es trono de la Sabiduría, debemos concluir con evidencia en que el alma
del justo es un cielo... El reino de los cielos es, por tanto, con razón, la
asamblea de los justos... Si este reino se dice semejante a un rey que celebra
las bodas de su hijo, vuestra caridad comprende al momento quién es este Rey,
padre de un hijo Rey como El, a saber, aquel de quien se dice en el salmo: ¡Oh
Dios, da al Rey tu juicio, y tu justicia al hijo del Rey[10]! Dios Padre
celebró las bodas de Dios, Hijo suyo, al unirle a la naturaleza humana, al
querer que el que era Dios antes de los siglos, se hiciese hombre al fin de los
siglos. Pero tenemos que evitar el peligro de dar a entender que pueda existir
dualidad de personas en nuestro Dios y Salvador Jesucristo... Por eso puede ser
más claro y a la vez más seguro decir que el Padre celebró las bodas del Rey su
Hijo, uniéndole por el misterio de la Encarnación a la santa Iglesia. El seno
de la Virgen Madre fue la cámara nupcial de este Esposo, de quien el salmista
dice[11]: Puso en el sol su tabernáculo: es el Esposo que sale de su cámara
nupcial"[12].
No obstante su calidad de
Esposa del Hijo de Dios, la Iglesia está sujeta en este mundo a las
tribulaciones. Los enemigos del Esposo, al no poder atacar ahora directamente
al Señor, dirigen su furia contra ella. En estas pruebas, soportadas por la
Iglesia con amor, ve el Señor un nuevo rasgo de la conformidad que ha de tener
con él en todo; la deja, pues, sufrir en este mundo, contentándose con ayudarla
siempre y salvarla, como lo dice el Ofertorio, de los males que aumentan
constantemente en su rededor.
OFERTORIO
Si caminare en medio de
la tribulación, me vivificarás tú, Señor: y contra la ira de mis enemigos
extenderás tu mano y me salvará tu diestra.
En cuanto a la
glorificación de la soberana Majestad, el augusto sacrificio que estamos
preparando consigue siempre su efecto infinito; mas su virtud se aplica al
hombre en medida mayor o menor, lo cual depende a la vez de las disposiciones
de la criatura y de la misericordia divina. Roguemos, pues, en la Secreta a
Dios todopoderoso se digne hacernos sentir copiosamente el efecto de los
misterios divinos que se van a realizar.
SECRETA
Suplicámoste, Señor, hagas que estos dones, que ofrecemos
ante los ojos de tu Majestad, sean saludables para nosotros. Por Nuestro Señor
Jesucristo.
El Hombre-Dios ha
devuelto espiritualmente el vigor a nuestros miembros, mediante su divino
contacto en el sagrado banquete; no olvidemos que debemos en adelante
consagrarlos a su servicio, y que nuestros pies, fortalecidos ya, tienen que
ejercitarse en correr por los caminos de los divinos mandamientos.
COMUNIÓN.
— REALIZAR LA COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN [01]
Tú mandaste que se guarden tus mandamientos fielmente:
ojalá se dirijan mis caminos a la guarda de tus preceptos.
La Poscomunión parece ser
hoy todavía un recuerdo del Evangelio del paralítico, que se leía antiguamente
en este Domingo. En ella se pide la asistencia del médico celestial, que
arranque al hombre del mal en que gime impotente, y le conceda la fuerza necesaria
para cumplir siempre y con valentía la ley de Dios.
POSCOMUNIÓN
Haz, Señor, que tu obra medicinal nos libre clemente de
nuestras perversidades y nos apegue siempre a tus mandamientos. Por Nuestro
Señor Jesucristo.
— DOM
PRÓSPERO GUÉRANGER, El Año Litúrgico, Primera Edición Española Traducida Y
Adaptada Para Los Países Hispano-Americanos Por Los Monjes De Santo Domingo De
Silos.
NIHIL
OBSTAT: F.R. FRANCISCVS SÁNCHEZ. 0. S. H. Censor ordinis.
IMPRIMATVR:
P. ISAAC M. TORIBIOS, Abbas Silensis, Ex Monasterio Sancti Dominici de Silos,
die 7.I.1953
Notas
[01]
COMUNIÓN ESPIRITUAL, VERDADERA COMUNIÓN: https://www.facebook.com/photo?fbid=381902818003537&set=a.235028616024292
[1] Romanos XIII, 14.
[2] Efesios IV, 3.
[3] Salmos IV, 5.
[4] Efesios V, 1-2.
[5] Domingo XVI después
de Pentecostés.
[6] Domingo XVII después
de Pentecostés.
[7] Isaías LXVI, 1.
[8] Sabiduría VII, 27.
[9] I Corintios I, 24.
[10] Salmo LXXI, 2.
[11] Salmo XVIII, 6.
[12] Homilía XXXVIII
sobre el Evangelio.
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